viernes, 3 de febrero de 2012

La Prometida de Cthulhu

Sasha estaba muy cansada pues había del trabajo a las once de la noche y ni siquiera le quedaban energías para tomar una necesitada cena.

Su trabajo era asfixiante y el estar tantas horas encerrada en su cubículo, casi absorbida por el monitor del ordenador, le había quitado toda la energía vital y la imaginación a su vida. Sólo ansiaba llegar a su cama, que la atraía como imán y dejar su mente en blanco.

Con las piernas débiles, entre dormida y despierta, se desnudó frente a la cama para ponerse el pijama, pero estando sola en casa y sin ninguna preocupación dejó que la fuerza atrayente del colchón la dominara y se dejó caer en él, desnuda como estaba. El extraño collar con un medallón hecho con conchas marinas que le regaló su jefe quedó en el suelo junto a la cama.

Sasha era independiente de su famila desde hacia un par de años, vivía en la capital, sola, con un buen trabajo y si quería no le faltaban pretendientes para tener novio o solo para tener con quien salir.

Morena, delgada, de pequeños y preciosos pechos, coronados con duros pezones y, a pesar de su delgadez, resaltaba aún más su trasero, de nalgas duras que seguramente conservarían firmes más allá de los escasos 24 años que ya tenía.

Pero boca abajo, agotada y profundamente dormida, los detalles buenos de su dolorido cuerpo era lo que menos la ocupaba.

El silencio y la calma la rodeaban, la habitación a oscuras era un solo objeto continuo para ella, en su inconciencia, un objeto neutro y sin vida, pero en realidad no existe la inconciencia total. Dormimos, soñamos, pero una parte de nosotros aún está atenta, por lo menos a un fragmento del espectro de la realidad, un fragmento que rara vez notamos al estar despiertos y que de hacerlo nos daríamos cuenta de que justo antes de que todo se empieza a corromper, y todo sale mal, un instante antes de eso se forma una arruga en la tela del continuo espacio-temporal.

Fue como una gota de un líquido oscuro que cayó e hizo olas sobre la cristalina y lisa superficie de la mente dormida de Sasha, como un guiño de la realidad, todo se volvió confuso, la parte que no dormia de Sasha comenzó a sentir que ese oscuro objeto sin vida que era su habitación, lenta y discretamente comenzaba a respirar.

Paulatinamente, notaba que esa oscuridad cobraba vida independiente y conciencia, y que ese ser oscuro en formación de alguna forma había desarrollado órganos oculares que la observaban, que la vigilaban con detenimiento, siguiendo con perversa y espectral lujuria el contorno de sus piernas, hasta sus nalgas que se levantaban con cada respiración, su espalda desnuda hasta su cabello, todo provocaba a la criatura que se formaba a su alrededor, y todo en ella incitaba al monstruo a irse haciendo cada vez más tangible.

Sasha casi podia sentir el aliento de la criatura en las plantas de sus pies, el aliento de una boca que se formaba de pesadas sombras y a cada segundo parecía cada vez más carne negra, carne viva, que, sin embargo no respiraba por una nariz, que no tenía, si no por cada por de su informe estructura, que moldeaba a placer, como cuando apareció esa boca donde no la había, y la podía hacer desaparecer y formarla en otra parte de su ser.

La bestia agrupaba fuerzas y Sasha lo sabía, a cada segundo era más fuerte, más real y en control de sus funciones superiores a las de cualquier ser humano.

El cuerpo de la chica se estremeció cuando sintió algo grande, baboso y húmedo tocar su pie a lo largo, pero no hizo nada, ni siquiera despertó, para ella todo era un sueño más, una extraña pesadilla causada por el extremo cansancio.

Todo eso cambió en un segundo, en un abrir y cerrar de ojos. Sasha abrió los ojos espantada al sentir como un tentáculo prensil y baboso sujetaba con fuerza uno de sus tobillos.

En cuestión de un terrorífico segundo pasó por su mente la pesadilla, y se dió cuenta de su terrible situación y un segundo fue todo lo que la bestia le permitió pensar pues inmediatamente un tentáculo idéntico sujetó su otro tobillo y como si fuera una muñeca abrió sus piernas de golpe y la tiró hacia el suelo.

Sasha se agarró con uñas y dientes a las mantas sobre la cama, pero fue inútil.

Ya en el suelo, junto a la cama, tres tentáculos más siguieron a los dos primeros, recorriendo las piernas de Sasha, empujando sus nalgas, al pasar por ellas, hasta llegar a sus brazos, dos sujetaron sus muñecas abriéndola en posición de cruz, mientras el tercer tentáculo, aun libre, manoseaba torpemente sus pechos. Una especia de baba espesa salia de sus ventosas dejando los pechos de la chica húmedos y chorreantes.

El tentáculo subió hacia la cara de Sasha y ella pudo verlo momentáneamente en la penumbra; se moviá como si fuera un ser independiente que observaba su rostro de lado a lado, era rojizo y azul a la vez y lo que vendría siendo la cabeza parecía un extraño y puntiagudo glande de hombre.

De un golpe el tentáculo metió la punta en froma de glande en la boca de la sorprendida joven, que apenas podía ofrecer resistencia. Las ventosas le succionaban los labios y la lengua como lujuriosas y hambrientas bocas, mientras que Sasha sentía como otro apéndice de la criatura le subía entre las piernas para amoldarse sobre su vulva como una mano para masajearla con rudeza. Por momentos se sentía como una sola bola, como puño sobre el sexo de Sasha y ella temía una penetración salvajemente forzada, y luego se estiraba hasta tocarle también el culo, haciéndola estremecerse, casi como si pulsara con cada estiramiento, alargandose en la punta hasta aprecer del grosor de un dedo.

Sasha forcejeo con renovada energía, consciente ya del peligro, dio un tirón con sus brazos, pero el ente solo la estiró con sus tentáculos, tensando su cuerpo aun más y el otro, el dedo, se metió en su culo rápida y maliciosamente, como un pulpo se encoge y deforma para meterse en su refugio.

Sasha sintió el frío y húmedo invasor de su culo pero estaba tan apretadamente sujeta que solo pudo lanzar un grito quebrado.

Alejados de la escena podríamos haber visto en la penumbra una sola forma con piernas, brazos y cabeza de mujer envuelto en una masa de tentáculos en constante movimiento, y podríamos oír también los chasquidos líquidos de esos apéndices usando a la mujer para su placer y los gemidos ahogados y quejidos asustados de la chica.

Ella, que lo vivía en primera persona, ella en medio de ese entramado de apéndices bulbosos y babosos, se veía totalmente imposibilitada de huir, y aterrorizada vivía la realidad, quizá masoquista, de estar sujeta y ser penetrada por boca y culo por los miembros interminables de una criatura desconocida.

Masoquista porque algo nuevo en ella estaba despertando, el tentáculo se movía en su recto como una serpiente enloquecida y además hacía centelleantes penetraciones de un solo par de centimetros adentro y afuera, como animal en celo, que ya practicamente la hacía sentir que alucinaba.

Sasha ya lamía como en trance el apéndice en su boca dejándole tanta saliva como baba soltaba, chorreaba esta mezcla de su boca, mientras su culo era llenado inmisericordemente.

Pero los miedos de la joven volvieron a aparecer y ella recobró la conciencia cuando un séptimo tentáculo hizo su aparición y sin preambulos la penetró, que aunque ya humedecida no alcanzaba a acomodar ese rojizo miembro con forma de glande.

Sasha casi escupió el que aun tenía en la boca para tratar de gritar, pero el reclamo se quedó atorado en su garganta como vómito y solo pudo abrir los ojos como platos y exhalar aire ronca y dolorosamente.

El tentáculo expulsado de la boca de la joven, lleno de babas y saliva se prendió de su pecho y acomodó una ventosa en cada duro pezón, comenzó a succionar como si la estuviera lamiendo, escalofríos de temeroso placer recorrieron el cuerpo de la joven que ya sudaba copiosamente y se mordía los labios y apretaba los ojos tratando de resistir.

El tentáculo en su sexo ya se movía mejor al encontrar menor resistencia, pero el delgado en forma de dedo en su culo, como si estuviera celoso e insatisfecho comenzaba a engrosarse más con cada penetración. Justo cuando Sasha lo empezaba a disfrutar, se estaba tornando doloroso otra vez, y casi como si la criatura supiera que ella estaba a punto de gritar de dolor un octavo tentáculo como un presto y ávido pene se introdujo en su boca y la joven, casi como por instinto y para olvidar el dolor, comenzó a chuparlo embravecida.

Sasha, siendo penetrada por vagina, culo y boca se sentía más mujer de lo que se había sentido en mucho tiempo, en el sentido más estricto, de sentirse hembra, libre de follar, pero el caso es que estaba siendo obligada, se la estaban follando y ni siquiera sabía quién o qué, y esas ventosas succionando sus pezones no hacían sino maximizar su masoquista placer.

El cuerpo de Sasha se movía al compás que le marcaban las penetraciones de los tentáculos agresores, sujeta, temblorosa y gimiente, Sasha se movía de atrás hacia delante como una muñeca, con un ritmo brutal y sádico que la estaba penetrando hasta el alma y la hacía sentir que para ella el sexo ya no sería igual sin una dosis de sumisión y una cantidad de fuerza y brutalidad.

Pero algo en ella sentía que todo aquello no era el acto en sí, sino solo un sádico preámbulo, como si algo en toda aquella baba de la criatura hubiera traspasado su piel y le hubiera dejado algo de la consciencia de ese ser espantoso y así supo que esos apéndices, que la usaban, penetraban y manejaban a su antojo no eran sino brazos y dedos y labios y lenguas y dientes de esa bestia, muy a su manera, la verdadera penetración y la culminación de su violación estaba por venir.

Sasha, en trance de nuevo, lamía con ganas mientras era penetrada con fuerza por culo y vagina y casi sonrió, o lo hubiera hecho de haber podido, al sentir el movimiento entre sus piernas de un noveno tentáculo, idéntico a los anteriores, la simbiosis que estaba de alguna manera logrando con la bestia la hacía ya intuir algunos de sus movimientos y sabía que había una razón para que el tentáculo que poseía su culo fuera perdiendo su grosor paulatinamente.

Lentamente el noveno tentáculo se acomodó junto a su predecesor en el ano de Sasha, ambos tentáculos habían adelgazado hasta parecer listones de carne para que el noveno se fuera metiendo habilidosamente en el ya lubricado y algo distendido culo de la chica. Sasha levantaba las nalgas instintivamente, tanto como le permitian los otros que la sujetaban, para evitar una penetración mas dolorosa y quizás sacar algo de placer de la nueva experiencia.

Ya adentro ambos tentáculos comenzaron a moverse a ritmos diferentes, mientras uno penetraba el otro retrocedía, como pistones, y ambos, poco a poco fueron recuperando su grosor expandiendo el recto de Sasha como nunca antes la chica lo había sentido.

Y como pistón se movía el que tenía metido en la vagina también, y succionaban acompasadamente el que estaba apoderado de sus pezones y el que tenía en la boca, y que ella lamía excitada, quizá porque el efecto narcótico y erotizante que sentía era alguna especie de droga que estaba en la baba que fluía del ser, y Sasha inconcientemente quería más y más, para aumentar su placer y olvidar el grotesco ser que se lo estaba dando. Pero, paradojicamente, era ese líquido el que le daba conciencia también de la criatura que la poseía, lo que la unía aun más a eso. Eso que le murmuró en la mente tu entrada vaginal es aún estrecha, necesita ensancharse para que recibas el regalo a la humanidad...

En ese instante Sasha sintió como los tentáculos que la sujetaban hacían un efuerzo y levantándola del suelo la pusieron boca arriba dejándola como flotando unos centímetros sobre el suelo. Pero nunca, durante toda esta maniobra, los otros tentáculos dejaron de penetrarla.

Solo uno de los que estaban en su culo se retiró y el que quedó se acopló y ensanchó otra vez, como quiso.

Sasha sabía lo que pasaría a continuación, se repetiria en su sexo la rutina de lo que sucedió en su culo con el tentáculo sobrante, solo que esta vez la joven no sabía, sería una técnica diferente. La criatura ni se molestó en avisarle mentalmente. Sasha se preguntaba porque el tentáculo que bombeaba tan apasionadamente su vagina no menguaba aun su grosor. Cuando el tentáculo libre la penetró como si se tratara de una lanza. La chica sintió como si la estuvieran empalando y comenzó a gritar histéricamente, su llanto ahogado por el glande baboso en su boca.

Los penetradores vaginales luego de acomodarse bombeando hacia dentro y afuera comenzaron también a girar con rapidez en su interior, como tratando de abrirla no tanto buscando su placer, el cual ya le habían provocado a raudales con anterioridad.

Con el dolor vino también momentáneamente la conciencia a la mente de Sasha, pero solo como relámpagos que por un segundo o dos iluminaron su situación. Y era entonces cuando ella se recriminaba el ser tan puta, el haber llegado a disfrutar el ser poseída por un desconocido ser sin forma.

Pero el dolor le trajo un nuevo y potente tipo de orgasmo que la hizo agitarse casi como si le aplicaran energía eléctrica al cuerpo. Los tentáculos tuviero que sujetarla con más fuerza incluso el que tenia incrustado en el culo se introdujo más profundamente. En su febril imaginación, Sasha creyó que le saldría por la boca a través de la garganta, pero obviamente esto era imposible.
El glande abandono su boca y Shasa aprovechó para jadear, babas y saliva chorreaban por las comisuras de su boca abierta mientras recordaba las veces que bromeó con sus amigas lo puta que podia llegar a ser. Esa noche se sentía usada, inferior a todos, pero a la vez se sentia una puta importante, porque en la conciencia compartida con la criatura sabia que esta, eso, era algo superior a ella en todos los sentidos, superior a cualquier ser humano, y que lo que le hacía la criatura lo consideraba como un favor, una deferencia de un ser de niveles superiores a una hembra humana. Sasha, en su delirio, se preguntaba si la criatura sabría el concepto de lo que es ser burócrata, y a que niveles estaba ella en su puesto en el mundo.

El tentáculo que había abandonado su boca se amoldó fromando una paleta, casi como mano humana, sujetó a Sasha por la nuca y levantó su cabeza. Ella pudo ver entre sus piernas el remolino que formaban los apéndices que giraban en su vagina, mientras el que le castigaba su culo no dejaba de bombear, provocándole incontrolables espasmos de placer. Luego, de repente, el torbellino entre sus piernas se detuvo, los dos apéndices se retiraron a la oscuridad y solo se oía el chasquido del que la penetraba analmente, atareado como obrero obediente a su amo.

Y asi fue como Sasha lo vio por primera vez, o parte de él por lo menos. La chica vio que de la misma oscuridad de la que surgían misteriosamente los tentáculos, surgía también una criatura, una masa de carne púrpura y oscura, en la cual no se distinguía rostro, ni siquiera boca, ojos o nariz, pero si una personalidad, ominosa y cruel como nunca Sasha la habia sentido en ser humano ninguno y, para su sorpresa, se sentía irremediablemente atraída a eso, hipnotizada y fatalmente entregada al destino que esa cosa le preparaba.

Y entre el horror y la fascinación Sasha vio como en su parte baja las carnes purpuras del ser se movían y tomaban forma y Sasha pudo ver que la cosa tambien tenía genitales, una especie de miembro viril del mismo color del resto de sus carnes se comenzaba a extender y luego a levantarse en tremenda erección, bajo de esta se formaron también dos masas como testículos del tamaño de una naranja cada uno.

La chica, ensimismada con semejante espectáculo, no sabía si reír o llorar, si aquello que veía era espectacular, horroroso o ridículo. Solo sabia que lo que estaba a punto de suceder iba a ser inolvidable y doloroso.

Sasha se agitó brutalmente, escalofríos recorrieron su cuerpo como un racimo de relámpagos cuando la criatura la arrastró más cerca de su masa púrpura abriendo sus piernas hasta casi lo imposible. La piel de Sasha se veía pálida y más aún por el contraste con la carne del ser. Con las plantas de sus pies pudo sentir la carne gomosa y húmeda y dobló las rodillas como acto reflejo para no tocarlo, pero esto era lo que buscaba la criatura, aflojando un poco la tensión que ejercian sus tentáculos le permitió doblar sus piernas y así eso pudo acercarse más a su objtivo. Como gigantesco y diestro dedo, el pene del ser se acomodó y apoyó contra el pubis de Sasha. Ella sintió su humedad y sobre todo su peso, algo escurría de su orificio y Sasha sentía una enorme curiosidad por verlo, palparlo, olerlo.

Dos tentáculos se amoldaron como manos de nuevo a la entrada de su ya dilatada vagina y la abrieron más, Sasha se estremeció. Los apéndices que la sujetaban por los ya enrojecidos tobillos la soltaron pero solo para volverla a agarrar, ahora por los muslos. De un diestro tirón la acomodaron contra el cuerpo de la criatura quedando el glande de su miembro justo en la entrada vaginal de la joven forzándola, con la presión que ejercida, a abrirse un poco mas. Sasha respiraba con la boca abierta, le ardía la vulva pero se preparaba, pues sabía que el dolor más fuerte aparecería pronto.

Fue en ese mismo instante que la criatura hizo presión hacia adelante. La chica boqueaba desesperada tratando de aspirar aire, los ojos tan abiertos que no podía más. Sentía como si el puño de un hombre estuviera forzando la entrada a su cuerpo. La criatura habia metido su poderoso miembro en el delgado y agitado cuerpo de Sasha.

La chica solo sentia dolor y centelleantes piquetes en la piel interior de su vagina, nada parecido al placer, hasta que uno de los tentáculos se volvió a hundir en su boca acariciando su lengua, narcotizándola con su líquido hipnótico haciendo que la chica lo lamiera como si se tratara de un glande humano, absorbiendo asi más de su enajenante gel.

Al tiempo que Sasha sentía que su cuerpo se relajaba, también lo hacia su vagina y a la vez, para su sorpresa, también se dilataba poco a poco dejando entrar cada vez más del monstruoso miembro a su vagina. Sasha comenzó a gemir y fue casi como si la criatura lo hubiera tomado como una señal y comenzó a a bombear lentamente pero con fuerza y seguridad, como un pistón, una máquina de vapor que poderosamente va tomando velocidad.

El tentáculo en la boca de Sasha se retiró, ya no era necesario, el placer invadía cada célula del cuerpo de la chica, ella gemía y gritaba apretando los puños mientras el pistón de carne púrpura tomaba velocidad entre sus piernas.

Su cuerpo se agitaba atacado de placer y dolor, un tentáculo en su culo, otro lamiendo sus pezones y un increíble miembro en su sexo. Sasha estaba sorprendida de que su pequeño cuerpo soportara tanto castigo y aun lo disfrutara, había perdido la cuenta de los orgasmos, todos sin excepción eran como estallidos de estrellas en su cabeza que nublaban su vista por varios segundos, todos la dejaban cansada pero hambrienta de más.

Cuando sentía que ya no podía más y estaba a punto de desmayarse Sasha se dio cuenta de un cambio en la criatura. La chica notó como esta se tensó y acercó su cuerpo más a ella y, si era posible, la pentró aun más profundamente. Sasha conocía esa reacción en los hombres, esa especie de largo espasmo anterior a la eyaculación, pero en este caso no sabnía que esperar, podría ser cualquier cosa.

En cuestión de segundos tuvo su respuesta. Un orgasmo, más poderoso que los anteriores sacudió su cuerpo y llenó su cabeza de luz y de mil imagenes nuevas de otros mundos, al mismo tiempo sintió como su vagina se llenaba de una tibieza líquida, agradable y abundante.

Fue lo último que supo hasta que despertó al día siguiente a las cuatro de la tarde, con el cuerpo tan dolorido que sentía como si tuviera todos los huesos rotos; levantó la cabeza, asustada, creyendo encontrar su vagina tan dilatada que parecería un gran hoyo entre sus piernas, pero para su sorpresa no fue así, ni siquiera tenía rasguños en el cuerpo, ni marcas rojos por donde fue sujetada. Solo le quedaba el dolor y un extraño dibujo negro sobre el antebrazo como si fuera un pequeño tatuaje, pero parecía mas bien la cicatriz de una quemadura reciente con la forma de un sol del que salen algunos rayos.

Hasta el dia siguiente Sasha se presentó al trabajo y extrañamente su normalmente tirano jefe no hizo mención de su falta el día anterior ni el retardo de ese día. Lo que es más, a partir de ese día cambió su actitud hacia ella totalmente e incluso le dio un jugoso aumento de sueldo.

Alelada y sorprendida Sasha se dirigió a su cubículo pero en el pasillo alguien la sujetó y tiró del brazo. Para cuando Sasha levantó la vista y vio que se trataba del conserje, este ya la había metido en el cuartito de útiles y ahí, entre escobas, trapeadores y productos de limpieza, el tipo la empezó a desnudar. Sasha ni siquiera conocía su nombre, solo se dejaba hacer mientras lo observaba atontada. Aunque hubiera querido no podria defenderse con su frágil cuerpo de uno sesenta y tantos contra el uno ochenta y cinco lleno de musculos del hombre.

Sasha estaba como hipnotizada viendo la marca en el antebrazo del conserje, la misma que ella tenía, y sabia que nada podía ni debía hacer para evitar aquello, ella era la única mujer que llevaba la marca en el mundo, una entre cientos de hombres que la llevaban, quizà miles.

Sasha repasaba friamente las posibilidades en su mente, todo encajaba, el collar que extrañamente le regalò su jefe, un amuleto, un llamado, todo mientras el corpulento conserje la penetraba de pie, sudando y bufando.

Era solo el primero de muchos que le harian lo mismo en el futuro, incluido su jefe, individualmente, en pares, en grupos. Para los iniciados era ella la mujer del amo y la puta de todos y Sasha llegó a disfrutarlo, imaginando las posibilidades mientras el tipo se corría dentro de ella. Sabía que no tenia nada que temer, que todo era parte del ritual y ella no podía quedar embarazada por ello, sin importar cuantos la tomaran, porque embarazada ya estaba, y el producto de su vientre, resistente a toda enfermedad y castigo, sería adorado por los hombres con la marca en el antebrazo y sería el esclavizador de mujeres en todo el mundo, y, en sus fantasías mas escondidas, Sasha lo visualizaba como su futuro amante.


domingo, 22 de enero de 2012

Laurel & Canela (I)

La primera vez que vio a Laurel, fue en una mañana de primavera, curiosamente en un campo de flores; corría ella con una ligereza, con aquel vestido blanco recien estrenado al parecer, con el viento moviendole suavemente la prenda.

La primera vez que la vio, Canela pensó en la palabra pecado. Aquella figura delicada de Laurel llamaba a eso. La perfeccion de sus curvas,  la suavidad del cabello, el bello color de sus ojos verdes cuando se acercó a ella, con pasos lentos, como si fuera un zombie, como si atendiara a una llamada de una gran reina esplendorosa.

Laurel se detuvo y la miró, con el ceño ligeramente fruncido. Canela sintió un cosquilleo leve en la columna vertebral, aquellas arrugas que asomaban en su frente, arrugas de desconcierto, la hacian más bella. Era el ser perfecto.
-¿Quien eres? -preguntó Laurel.
-Canela, ¿y tú, estimado ángel caido del cielo?
La risa de Laurel no se tardo en oír. El brillo de los ojos de Laurel le dieron esperanzas a Canela.
-Yo no soy un ángel caido del cielo, Canela.
Laurel examinó de arriba abajo a Canela, cosa que a ella le pareció, al menos de momento, todo un placer. En lo recóndito de su mente, una voz perversa le gritaba que se quitara la túnica y se mostrara al desnudo delante de aquel ser perfecto. Su mano, como la de un autómata, se dirigió a su broche con forma de pájaro y, antes de que Laurel pudiera impedirselo, se lo desabrochó, quedando desnuda ante la encarnacion de la perfeccion.

Vio como las mejillas de Laurel se tenían de un bello rojo, rojo sangre, rojo de rosa, rojo intenso. Ella tambien enrojecio un tanto cuando se dio cuenta de lo que en verdad habia hecho; temía que la chica saliera corriendo, mandándola al fondo de la desesperacion con su rechazo. Un rechazo que podía acabar con su vida y quiza destrozar su alma.

La reacción de Laruel la sorprendió en grado sumo. Sus labios, suaves y delicados a la vista, se unieron a los suyos, ansiosos de mucho más que un casto beso. Cayeron con delicadeza sobre la hierba. Laurel enredaba sus dedos en el castaño pelo de Canela, saboreaba sus dulces labios con un toque de limon, quizás, haciendolos aun mas irresistibles. Los dedos de Canela buscaban con desesperación la cremallera de auqel vaporoso vestido blanco, sin mucho éxito. Frustrada, trazó circulos alrededor de su seno derecho, haciendo estremecer a Laurel. Ésta, sin dejar de paladear sus suaves labios, acarició el cuello, bajando por el pecho y llegando al vientre, donde trazaba triángulos pecaminosos.

Y asi, en la hierba una mañana de primavera en un campo de flores, Laurel y Canela se conocieron por primera vez.


viernes, 28 de octubre de 2011

¡Doctor!

Viajar con él por el tiempo y el espacio es lo que más me gusta. Sobre todo cuando viajas con el Doctor. Sólo el Doctor. Puedes ver estrellas preciosas, conocer a Churchill o ver el futuro de la Tierra. Pero lo que más me gusta de él son sus hermosos ojos verdes, dos estrellas preciosas, su sonrisa tan encantadora y su pajarita.

No sé que me pasó aquel día, pero fue un día que no olvidaré jamás. Habíamos conseguido salir vivos de lo que iba a ser un viaje a un planeta, donde unos alienígenas llamados Ángeles Llorosos estaban alimentándose de una nave estrellada. El inteligente y sexy del Doctor logró salvarnos de nuevo y fuimos, a petición mía, a mi casa. La Tardis se posó -es una cabina telefónica de policía azul por fuera, pero por dentro es bastante grande. Fascinante, ¿verdad?- en el interior de mi cuarto. Salí con un suspiro y él detrás de mí.
-Ha faltado poco, ¿eh, Amy? -comentó viendo que estaba un poco afectada. Cierto, había faltado poco para que no lo pudiera contar.
Apoyó la espalda en la puerta de la cabina y metió las manos en los bolsillos.
-Sí, muy poco. Pero hemos salido vivos... ¡estamos vivos!
No sé por qué lo hice pero si volviera al pasado lo repetiría. Le besé y él se separó de mí.
-¡Amy!¡Qué mañana te casas!
-Sí, qué mas da.
Volví a intentar besarle mientras bajaba los tirantes que usa para sujetar el pantalón. Él no sabía que hacer, si pararme o continuar. Optó por lo primero.
-¡Amy!
-Calla -le susurré volviendo a besarle.
Ya no quiso resistirse más y por fin me respondió al beso tomandome en sus brazos.


Dulces y sabrosos labios del Doctor. Siempre tan cercano y al mismo tiempo lejano. Solté los tirantes y empecé a desabrocharle la camiseta. Malditos botones.
-Espera, espera -dijo él con un jadeo quitándose la camisa sin desabrocharla y dejándola caer al suelo. Volví a besarle en busca de más meintras se quitaba los zapatos y comenzaba a caminar hacia la cama.

Tenía una piel muy suave y blanquecina. Un pecho ideal y unos ojos preciosos. Me dejé caer boca arriba en la cama mientras me quitaba las botas y se acomodaba entre mis piernas para seguir con sus perfectos y deseados besos. Estaba ardiendo, derritiéndome por dentro mientras su lengua se adentraba en mi boca en busca de la mía. Le acaricié el pelo tan suave y castaño oscuro mientras me afanaba en desabrocharle el pantalón. Me quitó la camiseta, los pantalones cortos y los calcetines.

En ropa interior bajo su escritadora mirada para volver a sus besos, en los labios, en el cuello, en la oreja. No quería que acabara nunca. Arqueé la espalda cuando sus manos se deslizaron por mi piel para después desabrochar el sujetador y arrojarlo a un lado como la prenda molesta que era.

Conseguí desabrochar esos molestos pantalones para después él quitárselos hábilmente. Volvió de nuevo a la postura inicial, notando yo aquel bulto que me iba calentando aún más. Solo una prenda de por medio, una prensa molesta y absurda que no debería estar ahi.

Sus suaves manos me acariciaron el pecho y sus dientes se hundían en mi cuello cual vampiro deseoso de sangre de su vampiresa. Con los pies le bajé los boxers al tiempo que él me quitaba la ropa interior restante. ¡Por fin!

Consiguió penetrarme a la primera a pesar del nerviosismo y gemí al recibirlo. Estar en sus brazos era lo mejor de todo. Sus besos eran deliciosos, perfectos, armoniosos. Me deleitaba al oírlo gemir, besarle en aquellas orejas tan sexys que tiene. Esa nariz respingona tan mona... Sus labios volvieron a buscar los míos. Cuantas veces no había pensado en esto...

Él comenzó a jadear y a mí me daba aquel cosquilleo de un orgasmo que se acercaba.
-Amy... Oh, Amy -susurró mientras iba un poco más acelerado que antes.
-Mmm... Vamos, Doctor... -gemí, intentando aguantar para esperarle.
En vano lo intenté pues estaba tan caliente que me corrí antes que él, quien se abrazó a mí mientras jadeaba al correrse él también, haciéndome sentir la persona más feliz de aquella habitación.

Apoyó la cabeza en mi hombro mientras jadeaba.
-Oh, Amy...
Le besé en la oreja mientras le acariciaba el pelo y restablecía el aliento. Le besé en los labios tan suaves y sexys que tiene, pensando en un segundo polvo. Pero él se quitó de encima mía dejándose caer al lado con un hondo suspiro. Aun jadeaba. Le besé en el cuello mientras le pasaba la mano por el pecho humedecido.
-Oh, Amy...


sábado, 22 de octubre de 2011

Perfección

Allain sencillamente la seleccionó a ella por ser perfecta. Su estructura molecular así lo decía. Por eso fue traída por los Guardianes, seres distintos a la raza de Allain; eran solo la fuerza bruta que protegía el complejo de Sha'ga. La raza de Allain se caracterizaba por ser altos -el más bajito de su especie media 1.80 metros-, de piel blanca, azul o una mezcla de ambas, grandes ojos, dos líneas cerca de los labios que representaba el sistema de respiración y unos labios finos, delicados y suaves. Sus manos eran alargadas, blanquecinas por lo general.

La chica que había seleccionado Allain iba a ser observada por éste. Ella era alta, de pelo pelirrojo, ojos azules, piel sonrosada. La trajeron en una camilla y la llevaron a la sala de observaciones. Allain la miró ladeando la cabeza mientras se quitaba la bata roja que representaba su rango en las instalaciones; era médico. Se acercó a una tablilla de fino cristal en la que danzaban los datos de su “paciente”.
-Muy bien... -leyó su nombre y se giró para mirarla. Los Guardianes la habían sentado en una sencilla cama. Vestía un camisón azul y sus pies no tocaban el suelo-... ahm... Lyriana
-Lyruna -le corrigió la chica.
-Perdona -Allain carraspeó-. Los sujetos no deben hablar; por favor, guarda silencio.
Lyruna asintió lentamente mientras sometía a un escáner visual a Allain. Éste se sintió observado pero la ignoró. Le tomó una pierna y empezó a acariciarla para ver el pH de la piel, su sensibilidad, etc.

Lyruna se rio por lo bajo por las cosquillas; Allain la miró. Los ojos de ella, azules como el cielo, se clavaron en los de él, grisáceos. Allain tragó saliva y le soltó la pierna con delicadeza. Le empujó los hombros y la tumbó. Le echó un vistazo a la tablilla. Le subió el camisón a Lyruna, cuyas mejillas se sonrojaron. Allain acabó quitándoselo.
-Veamos... -murmuró.
Sus dedos recorrieron el cuello de la chica, despacio y con suavidad; se detuvieron en el pecho derecho, tocándolo y viendo la reacción de Lyruna, quien hacía lo posible por mantener las piernas fuertemente unidas y la respiración tranquila. Allain probó con el otro pecho, viendo la misma reacción.

Su mano bajo por el vientre y se detuvo en la pierna izquierda. Trató de separarle las piernas pero la chica no quería. Allain carraspeó.
-Abre las piernas, Lyruna.
-No...
-Haz lo que te digo.
Ella acabó cediendo y las abrió con lentitud. Allain comprendió porque la chica no quería separarlas, ya que estaba bastante húmeda. Allain se giro para asegurarse de la puerta estuviera cerrada. Sabía, por sus compañeros, que aquella chica estaba excitada. Había notado que su corazón latía acelerado. El suyo propio también empezó a acelerarse.

Tentado por la curiosidad, puso una mano sobre la pierna izquierda de ella y la otra le rozó con los dedos la entrada de su sexo. Lyruna se mordió el labio inferior. Él siguió rozándola con los dedos, a veces presionando en la zona. Subió un poco con lentitud, tocándole el monte de venus. Lyruna gimió; él se sorprendió por su reacción.
-¿Te duele? -ella negó con la cabeza, con la respiración agitada. Allain volvió a presionar y ella volvió a gemir-. ¿Qué ocurre? -preguntó Allain sin entender.
Ella se semiincorporó, le tomó la mano que tenía posada sobre su sexo, y le indicó sin palabras que metiera un dedo en su cavidad.

Allain, no muy seguro, rozó la entrada con el dedo índice. Lyruna se recostó con un gemido. Al final, mordido por la curiosidad, Allain metió poco a poco el dedo. Al estar tan húmeda, entró con facilidad, y aquello le gustó a él... y por el gemido de la chica, al parecer también a Lyruna. Él sacó un poco el dedo y lo volvió a meter, impregnándose el dedo con aquella sustancia.

Allain ladeó la cabeza. La respiración agitada de la chica le indicaba que le gustaba. Se lamió el dedo y paladeó el líquido.
-Interesante -murmuró.
Se arrodilló y con la lengua lamió el humedecido sexo de Lyruna.
-No hagas eso, por favor... -gimió ella, apretando los puños.
-¿Te duele?
-Me encanta.
-¿Y si hago esto?
Allain metió dos dedos en ella para empezar a sacarlos y repitiendo la acción con una velocidad constante. Ella se mordió el labio inferior con fuerza, tratando de no gemir, sin mucho éxito. La respiración agitada, la humedad de su sexo, los gemidos de ella hacían que Allain se excitara. Notaba como su verga le dolía de placer. “No es ético...”, pensó. Pero al fin y al cabo estaba realizando un experimento de observación, ¿no?

Él se desabrochó los pantalones con intención de follársela -término que su raza no conoce-, pero la chica se bajó de la cama, se medio arrodilló, le tomó la verga con las manos temblorosas y empezó a lamerla. Allain tuvo que apoyarse en la cama para no caerse cuando la joven pasaba la lengua por lo largo y ancho de su sexo. Era tan placentero que creyó morir.
-¿Qué... qué haces? -preguntó Allain.
-Darte placer -susurró ella.
La verga de Allain era bastante grande y a la chica le costaba metérsela toda en la boca. Se la metió entera en la cavidad bucal, pasándole la lengua como podía, para después iniciar un vaivén lento. Allain cerró un instante los ojos, con un jadeo.

Cuando Lyruna vio que la verga estaba lo suficientemente dura, se levantó y echó en la cama, abriendo las piernas. Allain no se lo pensó dos veces, nublado por el deseo y la excitación. Rozó el sexo de la chica, bastante húmedo, y lo rozó con la punta de su verga. Posó las manos en las caderas de Lyruna y procedió a penetrarla con lentitud, dudando de que pudieran ser compatibles.

Ella empezó a gemir a medida que Allain iba avanzando en su interior. Al estar tan mojada, fue sencillo acceder a ella. Con un pequeño empujón, metió la verga entera en el sexo de ella. Lyruna jadeaba y atrajo hacia sí a Allain, rodeándole la espalda con las piernas.
-Vamos... fóllame... -gimió la chica.
Allain, extrañado por el término, sacó casi del todo la verga para volverla a meter. Una vez que hubo comprobado que pasaba con facilidad, adopto un ritmo constante. Lyruna gemía cada vez que Allain volvía a metérsela y éste, excitado y alentado por Lyruna, empezó a ir más rápido.

La chica hacía unos comentarios muy curiosos que hacían sonreír a Allain a pesar de no entender algunas de las palabras que usaba, ya que parecía hacer referencia a animales cuadrúpedos.
-¿Cómo... cómo te llamas? -preguntó ella, entre jadeos.
-Allain...
-Allain... fóllame con más fuerza...
Él la miró sin entender.
-Que me embistas y me claves bien hondo tu verga... -se explicó.
Allain aceleró la velocidad con un jadeo y se inclinó sobre la chica para que la penetración fuera mayor. Pasó la lengua por sus pechos y fue ascendiendo, hasta llegar a los labios. Rozó los suyos con los de Lyruna, y ella acabó besándole mientras sentía como su verga la follaba como ningún humano lo había hecho antes.
Le ardía el cuerpo y su respiración era cada vez más acelerada. Allain empezó a sentir un curioso sentimiento que le obligó por instinto a ir más rápido.
-Oh... oh Dios -gimió la chica-. Allain... me voy a correr...
Él tampoco entendió aquello. Al final, Lyruna arqueó la espalda con un gemido mientras sentía un orgasmo. Allain la embistió con un pequeño grito de placer.

Apoyó las manos en la camilla mientras su semilla llenaba la cavidad de la chica. Allain jadeó y sacó su verga de Lyruna, para después ir a por una toalla y secar el sexo de ella, que todavía jadeaba.

Siguió observando mientras Lyruna se relajaba. Al final, volvió a vestirse y salir de la sala con pasos inciertos. Allain la vio marchar, pensando en que había tenido sexo con una humana y le había encantado. Sonrió y volvió a su trabajo.


lunes, 26 de septiembre de 2011

La deuda de Jarlax (II)

Mi piel había absorvido aquella delicia y ahora estaba suave y aterciopelada, según Jarlaxle. Me estaba derritiendo y no aguantaría más, pero él siempre insistía en que me esperara. Me hizo ponerme otra vez boca abajo para proseguir el masaje de hombros.
-Hum... -musitó.
-¿Qué es?
-Nada -rió.
Sus manos recorrían mi espalda en tanto que sus labios dejaban un sendero de besos a lo largo de mi columna vertebral.
-¿Sigues pensando que Entreri es mejor? -susurró.
-No lo sé. Habrás de demostrar tus... habilidades -musité.
Una risa escapó de sus labios. Llamaron a la puerta.
-Oh, vaya. Qué pena -susurré.
Jarlaxle gruñó. El que estuviese al otro lado de la puerta, se iba a arrepentir de haber llamado. Con pasos furiosos se fue a la puerta, la abrió y se quedó de una pieza.
-¿Entreri?¿Qué haces aquí? Te creía en Calimport atrapando a...
-Ya está hecho -le cortó Artemis.
Suspiré imperceptiblemente. Si Artemis entretenía mucho más a Jarlaxle, me moriría de impaciencia. El drow fue a hacer otra pregunta, pero el asesino se le adelantó.
-¿Dónde está ella?
-¿Disculpa?
Entreri preguntó por mí.No sabía cómo tomármelo.
-Está ocupada -Jarlaxle se hizo a un lado lo suficiente como para que pudiese verme-, conmigo.
-Ahora.
-Está bien... Que te parece si... -susurró demasiado bajo para que yo pudiese oírle. Algo tramaba.
Entreri parecía satisfecho. Se fue poco después.
-¿Qué le has dicho?
-Pronto lo averiguarás. ¿Por dónde íbamos?
Me puse boca arriba y él sonrió con lujuria creciente. Tardó poco en quedarse desnudo. Se puso encima de mí -ya era hora!- y me penetró con su magnifico miembro. Gemí sin remedio.
-No sabía que lo ansiabas tanto -jadeó él.
-Eres demasiado pecaminoso -musité.
Me alzó sentándome en su regazo y me balanceó sobre su verga. Tan hondo y profundo, cada movimiento hacía que me volviese loca. Era tan placentero que no aguantaría más. Jarlaxle me mordió la oreja y el cuello en tanto que mi pecho se estremecía bajo sus tiernas caricias.
-Oh, Jarlaxle... 


Aquella llama de efímero placer acabó en una onda explosiva que recorrió mi cuerpo; no pude evitar gritar de placer, y tampoco quise contenerme. Jarlaxle jadeó.
-Estabas sedienta, ¿eh?
-Muy gracioso -jadeé, apoyando la cabeza en su desnudo hombro.
La puerta se abrió y se volvió a cerrar. Jarlaxle no me dejó mirar quien había entrado en la habitación y mis mejillas se sonrojaron. Oí la ropa deslizarse por la piel de alguien y luego al suelo. Sentí que la cama se hundía bajo el peso de alguien. Y las manos de ese alguien acariciaron mi espalda en tanto que sus labios recorrían mi nuca. No hacía falta ser un genio para reconocer quien era.
-Entreri -gemí.
-Aguarda un segundo, encanto -susurró Jarlaxle.
Noté su verga en mi otra entrada y abracé con firmeza a Jarlaxle. Nunca lo había intentado. Bueno, siempre hay una primera vez para todo. Entró despacio y grité de placer. Jarlaxle tuvo que agarrarme para evitar mi caída encima de Entreri, que estaba por entero en mí. Como siguiendo una canción de un baile que solo nosotros podíamos oír, ambos se movieron. Apoyé la cabeza en el hombro de Entreri en tanto que sus manos recorrían mis senos, pellizcándolos. Jarlaxle encontró con un susurro mis labios y su lengua se abrió paso a mi boca.

No podía sentir todo aquello y me estaba volviendo loca. Aquel placer era demasiado para mi cuerpo. Ambas vergas eran magnificas, potentes y deliciosas. Pedí al cielo que aquello no cesase nunca. Los labios de Jarlaxle bajaron por mi cuello hasta mi pecho, donde sus dientes obraron y su lengua bailó una curiosa danza. Estaba húmeda a más no poder, mi corazón no latía, sino que galopaba por las estrechas sendas del placer. Mis sentidos habían abierto una botella de Oporto y se estaban emborrachando.

Algo me dijo que aquello solo era el comienzo. Aquella pequeña llama, más que una llama una hogera, encendió mi cuerpo. Gemí otra vez.
-Oh... No aguantaré mucho más... -gemí, a punto de rozar con las puntas de mis dedos el cielo.
-Solo un poco más, encanto -jadeó Jarlaxle.
Entreri se absuvo de hacer comentarios. No era un hombre muy hablador. No aguanté más. Una enorme, gigantesca ola recorrió mi cuerpo con una sacudida y grité de placer. Me sentí no elevada sino catapultada. El primero en correrse fue Jarlaxle, seguido de Entreri por pocos segundos. Jadeé, sintiendo el cálido néctar de ambos y me pareció una delicia. Entreri salió de mí y gemí con pena. No quería que se fuera. Quería más. Mucho más.

Sin embargo, parecía que Jarlaxle no estaba para mucho más. Me abrazó y, cuando su respiración se hubo calmado más o menos, susurró:
-Mi deuda está saldada, encanto.
No pude responder. Selló el pacto con un ardiente y efervescente beso. Me temblaban los labios cuando los suyos se separaron de los míos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Crónica de un día

En la fría mañana despiertan dos personas en una misma cama, mirandose y observandose, casi como si nunca se hubiesen conocido.

Es la primera vez que duermen en la misma cama y pueden despertar viendose el uno al otro.

Con una tímida sonrisa se dan los buenos días.

Así, con la pasión de los nuevos enamorados, empiezan a acariciarse, disfrutar mutuamente de sus cuerpos, idealizando cada momento. Casi con miedo de que un simple soplido pudiera romper la magia o el cuerpo del otro, casi como si fuera de porcelana.

Parecen ir descubriendo cada nueva parte de sus propios cuerpos y el de su pareja, zonas desconocidas, placeres nuevos... parece como si fuera la primera vez de ambos, en el principio de la mañana.

El día va avanzando y el temor y delicadeza inicial se va cambiando por la pasión de los enamorados, de los jovenes adolescentes o adultos que disfrutan del sexo como si el mañana no existiese.

Caricias y besos son casi inexistentes, el tiempo apremia, el sexo y el acto sexual se lleva a cabo en cada momento, como si el único objetivo de la existencia mutua fuese lograr el cénit, el placer máximo prometido por los dioses, el orgasmo.

Así llega la tarde, sus fuerzas van minvando, el acto deja de tener la importancia primordial, pues en el mediodía ya conocieron los límites físicos de sus propios cuerpos, dejandoles poco o nada por lo que conocer durante el acto y pasar nuevamente a disfrutar de nuevas experiencias preliminares probando juegos, juguetes, posturas...

Se sigue practicando el sexo, pero desde otro nivel más relajado, se prefiere disfrutar de los preliminares y con ello, el acto sexual, a medida que va pasando el tiempo, se acorta.

Llega finalmente la noche, ambos se miran, casi ni se atreven a tocarse, estan cansados, agotados, exhaustos... siguen amandose, pero no les queda más vida que para rememorar los principios del día, momentos en que estaban llenos de energia y vitalidad. Ahora, solo queda una sombra de lo que eran, pero sus sentimientos no han cambiado, siguen deseando acariciarse, amarse mutuamente, revivir los momentos sucedidos durante el día, pero su llama se va apagando y con ello, sus cuerpos se van demacrando...

Primero, se duerme él...

Ella se postra contra su pecho, escuchando los últimos latidos de su corazón, hasta que ella, a su vez se duerme... y con ello, llegó el final de su tiempo... dejando sitio al producto de su amor.

Una nueva vida.

viernes, 9 de septiembre de 2011

La deuda de Jarlax (I)

Jarlaxle me había dejado una nota. Un citación en su habitación diciendo darme lo prometido. No sabía que ponerme y elegí algo sencillo. Cuando hubo llegado la hora, fui hasta su cuarto y llamé. Me abrió en seguida y se me cortó un poco la respiración; sólo llevaba pantalones. Aquel magnífico pecho desnudo me hizo derretirme.
-Pasa, cariño, no te cortes -me instó.
Pasé y me exhortó con su cálida voz que me quitara la ropa.
-¿Así, tan pronto? -me quejé.
-Confía en mí.
Con un suspiro me despojé de mis ropas, quedando completamente desnuda para él. Sus ojos ávidos recorrieron mi cuerpo con lujuria y se pasó la lengua por los labios resecos.
-Túmbate boca abajo en la cama, mi dama -me susurró al oído, acariciando lentamente mi abdomen.
Me estremecí y obedecí. Apoyé la cabeza en los brazos cruzados y le miré con curiosidad. Él trajo un cuenco en el que había un líquido con olor a grosellas y frambuesas. Lo dejó encima de la mesa y se untó las manos. Las pasó por mi espalda, dándome un masaje.
-¡Oooh! -gemí.
Sus manos eran maravillosas, sus caricias dulces. Jarlaxle rió y vertió parte de aquella delicia en mi espalda. Estaba algo templado. Me masajeó los hombros, librándolos de la tensión, siguió por la espalda y las caderas. Sus manos eran suaves y delicadas, a sabiendas de como era mi piel. Yo deseaba que bajase un poco más y que me encontrase como tantas veces. Si bien regresó a mis hombros y siguió en el cuello.

Me levantó un poco el pecho para poder masajearlos, tocarlos a su gusto y placer. Me pellizcó y gemí. Quise darme la vuelta pero una de sus manos se puso en mi espalda, imposibilitando tal movimiento.
-Quieta, déjate llevar.


Y lo hice. Él consiguió que me relajase. Siguió con aquel pecaminoso masaje y sonreí cuando bajó por mis caderas. Me mordió la oreja y susurró:
-¿Qué tal fue con Entreri, amor?
-Muy dulce.
-¿Cómo de dulce?
-A punto de superarte -le respondí para picarle.
-Eso ya lo veremos.
Me hizo darme la vuelta, y, sin cesar en el recorrido de sus manos a lo largo de mi piel, una de sus manos bajó hasta encontrarme. Gemí sin remedio, pues era todo un maestro. Sabía cómo complacer a una dama tan libertina como yo.
-¿Sigues pensando que Entreri es mejor que yo? -susurró él, con aquella melodiosa voz tan sensual que hacía que se me erizase la piel.
-Sí.
Me mordió el cuello, jugó de una forma pecaminosa con los pétalos de mi flor. Creí volverme loca.
-Oh, Jarlaxle -gemí.
Él se rió con aquella risa tan dulce y seductora, propia de él. Sus manos me masajearon los senos y el vientre. ¡Qué dulce sensación! Estaba muy húmeda, tanto que de seguro que él ya se habría percatado. Deseaba que entrase en mí, que me hiciese el amor hasta que los dos ya no pudiésemos más, quería acabar hasta la extenuación, sentir su fuerza, su potencia, su dulzura y su amor.
-Aún no, cielo -me susurró, como si hubiese leído mis pensamientos.
Dos dedos se colaron pícaramente en mí y arqueé la espalda. Tan suaves, tan sedosos, tan... traviesos.
-Por favor... hazlo ya... -le supliqué.
Si bien solo me sonrió -una sonrisa que hizo que me derritiese como una tetera de chocolate al fuego- y negó con la cabeza.
-Ten paciencia. Esto es solo el principio, amor mío.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Sueños de verano

Había recibido su llamada. ¿Cuanto tiempo deberia hacer de aquello ya? casi no lo recuerdo, pero lo que jamas podre olvidar es... su voz, suave, harmoniosa, sincera... escucharla era una melodia que solo podrian apreciar los oidos mas exquisitos.

Pero, por fin hoy parecía que iba a ser el gran dia, al menos así lo recordaba, después de tanto tiempo.

Tenía que ir a la estación a buscarla, no quiso darme descripción alguna ni aceptó la mía propia, no hacía falta... el simple cruce de nuestras miradas nos bastaría. Además, no era la primera vez que nos encontrabamos. Claro que... siempre era en sueños... yo siempre le había imaginado... alta, esbelta, bella, cual Venus de Milo, pero con pelo liso y largo...

Estaba nervioso, no sabia como reaccionar, siempre habia idealizado este momento, pero ahora, no era una ilusión, ni mucho menos; era la pura y completa realidad.

Me debí adelantar como una hora a su llegada, pues el tiempo se me hizo interminable, los segundos parecían minutos y los minutos, horas. Me sentaba, me levantaba... no sabría explicar si era el calor, el nerviosismo, la desesperación... pero no podia estarme quieto, necesitaba moverme y no dejaba de mirar el reloj a cada momento. Pero algo me aliviaba y es que... a pesar de todo, cada vez faltaba menos. Eso me tranquilizaba, me hacia sentir bien, pero no conseguía quitarme de encima ese ansia.

Escuché como el interfono anunciaba su llegada.

No era imaginación mía, pues a lo lejos podía reconocer como aparecia el tren. En mi interior podía sentir como ella estaba dentro, tan ansiosa como yo.

Sentí como el corazón me daba un vuelco. Sentía como latía con fuerza en mi pecho, rápido y emocionado.

El tren se había parado, veía bajar y subir la gente, la buscaba con exasperación y no conseguia verla, hasta que, de repente, senti como si alguien me tocara la espalda.

A penas tuve tiempo de girarme, una mujer, me estaba besando... era ella, sí. No sabria describir como, pero de algun modo sabía que era ella.

Era mas bella de lo que había podido llegar a imaginar, de cierto modo, hubiera creído que era mi imaginacion, un efecto de la luz, de los nervios... pero daba la impresion de ser una divinidad...

Por momento creí estar junto a Afrodita. Pero era bien real a pesar de lo que pensara mi mente, podia tocarla, sentirla, incluso aún sentía la suavidad, dulzura de su beso, el roce de sus labios junto los mios cual petalo de rosa.

Estuvimos hablando un rato.

Estaba hipnotizado, anonadado por como hablaba, que decía... era increible que tanta belleza llegara a concentrar tanta sabiduria.

Era joven, pero a la vez... parecía tener la inteligencia y sabiduria de los antiguos sabios de la antigüedad.

Sus ojos me atraían, un verde esmeralda, parecían reclamarme, suplicarme que la besara.

No pude resistirme, me lancé sobre ella.

esandola apasionadamente, con un largo y acaramelado beso.

Notaba como me apretaba contra ella, como era correspondido. Me acariciaba el pelo, el cuello, la espalda... en un alarde de pasión la cogí con mis brazos y la lleve hasta mi habitación, echandola sobre la cama.

Seguimos besandonos, pero en esta ocasion, ibamos desnudandos, lentamente.

Ella llevaba una blusa blanca y una falda negra, no demasiado larga.

Empecé a desabrocharle lentamente la blusa, la cual ya mostraba un generoso escote. Se la quité, dejando a la vista un sujetador de encaje negro.

A su turno, ella me iba quitando la camisa que llevaba, primero dejando a la vista mis abdominales, luego, empezaron a descubrirse mis pectorales, hasta quitarme completamente la camisa, dejando mi torso desnudo.

Le desabroche la falda, empezando a bajarle la cremallera y dejandola caer por sí misma, dejando a la vista un tanga negro de encaje junto a unas piernas esbeltas, finas, suaves como la seda, al igual que toda su piel.

Ella me desabrochaba el pantalon, cayendo por su propio peso, mientras, con gran habilidad, le quitaba el sujetador, dejando a la vista sus firmes y blancos senos.

Terminamos de desnudarnos mutuamente, besandonos lenta pero apasionadamente, dejandonos caer sobre la cama.

Fuí bajando por el cuello, acariciendole los senos con suavidad.

Le besaba, mordía su cuello, fino como el de un cisne, seguía descendiendo, sintiendo como su piel se tensaba, escuchando como su respiracion iba aumentando de ritmo, casi era imperceptible, pero los cambios se podía sentir en su pecho.

Llegué con mi boca hasta sus pechos, empezando a besarlos con delicadeza, lamerlos suavemente, acariciarlos y morder con cuidado los pezones, haciendo que estos se tensaran.

Podía oir como disfrutaba, como se extasiaba.

Después segui descendiendo hasta la parte baja de su abdomen, haciendo creer que me acercaba a su sexo, para volver a subir lentamente, dejandole sentir la friccion de mi barba sobre su estilizada figura.

Volví a ascender rápidamente hasta encontrarme con las finas facciones de su rostro, besandola de nuevo, mientras la acariciaba...

Mis dedos descendieron hasta su coño, notando cuan humedo y caliente estaba, acariciando con delicadeza, dejando que mis dedos fuesen abriendose camino con delicadeza, para ir masturbandola con suavidad y a medida que su excitación aumentaba, con mayor rápidez y violencia.

Cuando empecé a escuchar sus primeros gemidos de placer, fuí frenando el ritmo, dejando que disfrutara del extasis del momento y terminar sacando los dedos, no sin antes acariciar con suavidad su clitoris.

Acabé postrandome sobre ella, mirandola directamente a los ojos, perdiendome en el bosque verde que tenía como ojos y el fuego que era su melena.

Dejandome llevar por los instintos, mi miembro inhiesto empezó a penetrar lentamente, saboreando el momento a cada segundo, extasiandonos, fusionandonos en un mismo ser.

Poco a poco iba acelerando el ritmo, mientras nuestra respiracion se aceleraba, ella se agarraba a mi espalda, a mis nalgas, apretando con sanya, aranyandome, transmitiendome su placer.

Me acercaba a su oreja, asi que ella pudiese escuchar mi excitada respiración, morderle suavemente la oreja, mientras le susurraba en el oido palabras de amor sincero.

La pasión iba en aumento, las delicadezas y sutilezas se iban pasando por alto a medida que iba pasando el tiempo.

Los muelles vibraban bajo los cuerpos de los enamorados, gémidos de dolor y placer se escuchaban de la boca de ambos, viendose la espalda de él, marcada por los orgamos de ella. Él, lanzando improperios e insultos, embistiendola con más fuerza cada vez.

Pasamos horas asi, llegando al placer y extasis extremo varias veces, sintiendo el calor de nuestro cuerpo, el sudor que bañaba nuestra piel, con la sensación de que nuestras almas y corazones se fusionaban en uno mismo, hasta caer ambos rendidos de cansancio y placer, seguíamos besandonos, abrazados, hasta que finalmente nos durmimos uno junto al otro.

Por fin, al día siguiente, despertaba con la sensación que todo había sido un sueño, pero mi sorpresa fue despertame sin nadie a mi lado, pero aun así, desnudo.

Mi brazo buscó desesperadamente alguna muestra de ella, pero solo estaba el vacío dejado en el lugar que ella ocupaba.

Me alcé de la cama buscando alguna evidencia, alguna prenda.

No había nada.

No había prueba alguna de que lo ocurrido hubiese sido real, más que una pulsera de plata que parecía haberse olvidado en algún descuido, la cual reconocí como suya al instante, pues en ella, estaba grabado su nombre...

Raquel

jueves, 25 de agosto de 2011

Jugando con la Muerte

Jarlaxle me arrastró hasta su habitación, siendo muy insistente en que necesitaba mi consuelo. A mi me daba un poco de miedo. Su mirada, su silencio. Era el compañero de Jarlaxle, un asesino, un mercenario. No le temía por eso, era él, su forma de ser.
-Vamos, querida, no muerde -comentó Jarlaxle.
-No quiero, Jarlaxle, Artemis me da miedo -repliqué
Él se detuvo, me miró y sonrió. Aquella sonrisa hizo que me derritiese y que me excitase.
-¿Cómo te puede dar miedo?Es inofensivo... en la cama -se apresuró a añadir-. Hazlo por mi, cielo, y te recompensaré -me mordió la oreja con picardía. No hablaba de monedas sino de él mismo. Acepté.
El drow llamó a la puerta, me dejó allí y se fue. Entreri abrió, arqueó una ceja y me examinó con esa mirada. Antes de que pudiese decir nada, lo empujé dentro. Mis labios buscaron los suyos con fervor. El peligro que su cuerpo despedía me atraía de la misma forma que un movimiento sensual de las caderas de Jarlaxle me volvía loca. El me apartó con suavidad, mirándome interrogante. No sé si debió de ser la excitación del peligro o mi mirada, pero al final me rodeó con sus fuertes brazos y me besó. Sentí que me derretía bajo aquel beso.

Había que reconocer que no besaba como mi querido Jarlaxle, pero no besaba mal. Le conduje, sin separarme de él, hacia la cama. Empecé a desabrocharle con impaciencia el cinturón mientras él me quitaba la camisa y trataba de desabrochar mi corsé. Gruñó algo, le mordí el cuello y el lóbulo de la oreja. Al fin, se deshizo de los pantalones y la camisa. Le miré un poco por encima. Tenía un cuerpo exquisito, delicioso, un torso bien formado, unos músculos fuertes y duros.

Suspiré de pura excitación. Ayudé a Entreri con mi corsé. Una vez que me lo hube quitado, le abracé, sintiendo mi piel desnuda contra la de él. Pasé mis manos a lo largo del pecho hasta llegar a su sexo, que acarcié con una habilidad aprendida de cierto drow exigente.

Él gimió y aquello me alentó. Con sus labios, me besó en el pecho, al lo largo y ancho de mi busto, como si quisiese saborearlo, mientras metía en mi dos dedos y jugaba conmigo. Gemí sin remedio. No aguanté más, le empujé a la cama, cayó boca arriba y yo me puse a horcajadas, si bien luego él se puso encima de mi. Jugando con su sexo al umbral del mío, hizo que me desesperase.
-A parte de ser mercenario, eres malvado -murmuré.
Artemis arqueó una ceja antes de preguntar:
-Te ha traído Jarlaxle, ¿cierto?
-Eso se lo preguntas a él...
Impaciente, moví mis caderas hacia su enhiesto miembro y, con las manos en sus caderas, empujé hacia mi. Como una señal, se introdujo en mi. Gemí abrazándome a él. Jarlaxle lo iba a tener difícil para superar a semejante... placer. Sus caderas se movieron, comenzando con un lento vaivén. Yo le suplicaba que con más fuerza, pero el me ignoraba, no se si por diversión o por paciencia.

Mis labios se posaron sobre los suyos, y mi lengua danzó con la suya. Apasionado, intenso, estremecedor... Aquel hombre, Artemis Entreri, me hacía sentir cosas que antes no había sentido. El placer era tan intenso que creí que me moriría allí, bajo su magnifico pecho y sus besos apasionados.
Se movió con más rapidez, empecé a notar que una pequeña llama se encendía en mi interior. Cada vez más intenso. Cada vez más fuerte.
Grité de placer, si tenía que morir, moriría feliz...

Artemis se dejó caer sobre mi, jadeante. Notaba el ritmo apresurado de su corazón. Al final, no había sido tan malo y Jarlaxle tenía razón. Le besé en el cuello, mordiéndole suavemente de vez en cuando. Mis labios buscaron los suyos. Me miró, y en su mirada vi la llama del deseo. Le besé y el me respondió.