lunes, 29 de septiembre de 2014

Desfragmentación

Y ahí esta otra vez. Ese mensaje de texto, tan normal visto sin leer y tan agresivo, si se le prestaba un poco de atención. Eso era justamente lo que ella deseaba: atención. Y con aquella pandilla de atontados, que le daban lo que quería sin nada a cambio, la obtenía de la que había sido su pareja durante poco más que año y medio.

Entonces le empezó a gritar, a chillar, a pedirle explicaciones sobre lo que el mensaje, tan pulcramente mostraba. Tanto gritaba, que explotó.

El asombro cundió en el grupo, quedando solo una muestra negra en el suelo de lo que antes había sido una persona gritando explicaciones sin sentido.

-Bueno... ¿dónde queréis ir a cenar? -preguntó uno, volviendo la vida a la normalidad, con más sosiego y tranquilidad.


lunes, 15 de septiembre de 2014

Cartas de un viejo amor

Me gusta el sonido de la lluvia repiqueteando contra la ventana. Adoro leer viejas cartas. Adoro los paseos nocturnos y encontrarme con Marina. La playa, ese lugar tranquilo. De noche y solo con la luz de la casita de T. que sigue levantado a estas horas. De noche y contemplando cómo te quitas el sujetador. De noche y saboreando tus labios. De noche y solo agua, arena y de parásitos en el agua.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Arañas y moscas

La araña invitó a tomar la merienda en su casa a la señora mosca que, a pesar de que desconfiaba un poco de la araña, aceptó la curiosa invitación.

Llegó volando la señora mosca (literalmente) a la casa de la araña. Esta ya había dispuesto los platos en la mesa y, aunque los vasos estaban servidos, no se veía ningún tipo de alimento.

-¡Hola, araña! ¡Ya llegué! Pero, ¿dónde está la merienda? -dijo la señora mosca.

-Hola, incauta mosca. ¡La merienda eres tú!

-Oh...

La araña se abalanzó sobre la mosca y la señora mosca, ni corta ni tonta, le arrancó de un mordisco la cabeza a la araña.

-Deliciosa merienda, señora araña. Lástima que no pueda saborearse, ja, ja, ja -dijo la señora mosca, con la boca llena.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Mia I - El inicio del viaje

Miró el vasto desierto y este le devolvió la mirada. Hacía muchísimo calor y no sabía cuántos kilómetros más tendría que recorrer antes de poder llegar al refugio, esto es, el templo de Graranui. Siguió caminando, racionándose el agua de la cantimplora hasta que, por fin, llegó al primer poste. Una bandera raída y maltratada por el viento arenoso indicaba el inicio del camino tormentoso. Una vez que pasara aquel poste, la tormenta incansable de arena se la tragaría y, si lograba llegar hasta el pequeño hogar donde residía la tumba del Viajero, aquel espectro que guiaba, incansable, a los insensatos que se adentraban en aquella parte del desierto, ya tendría medio camino hecho.

Continuó avanzando, cansada pero sabiendo que ya casi había terminado de buscar. El aire, cálido, le clavaba la arena en el rostro, por lo que se lo protegió con el velo y continuó avanzando, con la cabeza gacha, fija en la brújula. Tenía que seguir hacia el este sin desviarse. Hacia el este...