miércoles, 23 de enero de 2013

Ocho patas. Ocho cervezas.

Era un pulpo y eso lo tenía más que asumido. Tenía ocho patas. Eso también lo tenía más que asumido. Lo que no tenía tan asumido era que cada pata tuviera que tener un vaso de cerveza. No uno. Ocho. Porque si solo había uno las patas se peleaban y no cataba la cerveza.

Ocho patas. Ocho vasos. Una borrachera. Deberían ser ocho borracheras, pensó alegremente el pulpo mientras lo conducían fuera del agua. Siete patas. Seis patas. Cinco patas. Cuatro patas. Tres patas. Dos patas. Una pata. ¡Pulpo a la marinera!

Y por eso los pulpos dejaron de beber cerveza... y de relacionarse con desconsiderados humanos.


miércoles, 9 de enero de 2013

La ciudad putrefacta

Agonizaba. Sus edificios hechos de carne, supuraban, sangraban, caían pequeños trozos de esos bloques blandos y rojizos al suelo artificial. Los aldeanos eran pocos y molestos. La gran mayoría se había ido. El hedor era insoportable  Las moscas no revoloteaban en las estructuras moribundas por la que la Espléndida Emperatriz no lo permitía. Bloques de carne. Carne hedionda. Descompuesta. Muerte en vida. Una grieta se abrió en el suelo y, si la ciudad putrefacta hubiera tenido cuerdas vocales, hubiera gritado. Siguió muriendo, lentamente, mientras sus abominables y infectos edificios caían poco a poco, agónicos y sucumbiendo para siempre.


viernes, 4 de enero de 2013

Felies fiestas y feliz año nuevo

Termina la navidad, termina el año nuevo y con ello llegan los Reyes Magos. El espíritu navideño se disipa pero en muchos hogares todavía continúa.

Se oye un villancico de fondo sonar, decoraciones navideñas y un belén ornan la casa, una familia se reúne al rededor de un fuego a abrir, con amplias sonrisas, sus regalos que les ha traído la navidad junto a sus seres queridos.

En el centro del comedor hay una mesa llena de comida, pavo, gambas, embutidos, ensalada... incluso se pueden contar 8 platos. Uno para cada miembro de esta exclusiva fiesta.

En algún lugar de las afueras se encuentra el mismo espíritu navideño.

No tienen villancicos, no tienen decoraciones navideñas, no tienen belén, no tienen regalos, no hay risas, no hay alegría, no tienen comida, no tienen a nadie con quien compartir este día, excepto su eterna compañera. Soledad.

Aún así sonríen ante la visa te un año terminar y otro empezar, de ver otro nuevo amanecer, de seguir aquí y haber vivido otro año más.

Son los grandes olvidados, pero ellos también tienen derecho a su navidad, una navidad, donde cada nuevo día es un regalo.

¡Felices fiestas y feliz año nuevo!