miércoles, 26 de diciembre de 2012

Sonido de cascabeles

La oscuridad parecía cernirse sobre la ciudad, esquivando los puntos de luz y acomodándose en los rincones. Era de noche y las pocas estrellas que lograban brillar más que la ciudad, observaban, en silencio. En una calle en concreto, las casas estaban apagadas, sumidas en sueños. Alguna que otra ventana vomitaba luz sobre el suelo, una luz tenue y con poco tiempo de vida.

Observaba, sigiloso, surcando el cielo, buscando una casa en particular. No tenía mucho tiempo y sabía que se estaba retrasando... pero no podía irse sin pasar por el hogar de Minnie Tims. Agudizó la vista y, aliviado, la halló al fin...

Descendió con ese sonido de cascabeles acompañándolo, pensando cómo entrar en la casa sin despertar a sus inquilinos. Se posó en el tejado y calculó más o menos donde estaba el abeto. Rozó el dedo pulgar con el índice y el corazón, apareciendo con el frote un polvillo verde que lo envolvió como si fueran copos de nueve coloreados e iluminados por el sol. Cuando aquella extraña purpurina se despejó, él ya no estaba.
La habitación estaba en penumbra pero no importaba; sabía guiarse bien. Depositó en silencio el pequeño saco aterciopelado y empezó a hurgar en su interior.
-¿Dónde está? ¿Dónde está? -se preguntaba.
Con una sonrisa de éxito, sacó un pequeño paquete con un lazo, depositándolo en el suelo alfombrado. Siguió a este otros tres más, dos de pequeño tamaño. En todos se podía leer una etiqueta, con pulcra letra, fácilmente legible. En dos de ellos se leía: Minnie Tims. En uno: papá; en otro: mamá.
A punto estuvo de irse, cerrando el saco con ese sonido siguiéndolo, cuando la oyó. ¡Cielos! Se había demorado mucho dejando los paquetes.

Esperó un poco, a propósito. La oía bajar las escaleras, descalza y en pijama. Cada fibra de su ser estaba nerviosa, inquieta... expectante. Esperó y esperó y justo cuando Minnie Tims estuvo a punto de cruzar la corta distancia que haría visible al gran hombre, este empezó a frotar los dedos pulgar, índice y corazón, apareciendo ese mágico polvo, de color rojo esta vez.

Y, exactamente cuando Minnie llegó hasta el abeto decorado con mimo, el gran hombre, vestido de rojo y grandes barbas blancas, desapareció. ¡Puff! Con aquel sonido de cascabeles siempre acompañándolo.
-¿Santa Claus? -musitó la niña, emocionada.
Aguantó la respiración y su corazoncito se emocionó cuando oyó a los renos partir, los cascabeles agitarse y una risa muy característica de aquel ser tan curioso.
-¡Feliz Navidad, Minnie! -dijo él, surcando el cielo, buscando la siguiente casa donde debía parar.

¿Será la tuya?

Feliz navidad, pequeños retoños

Para Anubis y Sokar, con cariño

viernes, 21 de diciembre de 2012

Buscando una nueva vida (4ª parte y fin)

Al fin se abrió la puerta y me decidí a entrar.

Solo durante los primeros pasos me guiaron con una linterna hasta que me quedé en medio y pude escuchar como cerraron la puerta tras de mí, dejándome en plena oscuridad.

Tras eso me puse a mirar a mi al rededor, intentando discernir algo sin demasiado éxito. Aunque al cabo de unos segundos pude oír como una puerta mecánica se abría y daba paso a algo que no podría reconocer ni la forma ni nada.

Escuchaba como la cosa parecía arrastrarse con una especie de ruido húmedo. Por unos momentos me quedé quieta en espera de poder reconocer algo o tocarlo, pero nada pasaba. Simplemente unos segundos antes de que pudiera ser consciente, noté como una especie de tentáculo mojado y frío me tocaba la piel suavemente.

Era algo asqueroso, repugnante, nunca antes había sentido un tacto igual, excepto cuando tocabas una babosa o un caracol desde su base. Aún así, mi primera reacción al notar eso era retirarme, apartarme, pero antes de que pudiera darme cuenta la cosa me tenía apresada con sus pseudopodos y me empezó a arrancar la ropa. Todavía no se muy bien como, pero la cuestión reside en que no podía soltarme, lo tenía encima, una masa de mocos encima mío, fría pero que por momentos notaba como se iba calentando a la vez que emitía sonidos guturales que no conseguía descifrar, cuestionándome incluso que esa cosa pudiera existir realmente.

En medio de todo eso, encontrándome inmovilizada y sin poder gritar, pues notaba esa masa amorfa sobre mi, como empezaba a penetrarme. Lo extraño de la sensación era que a la vez que me penetraba podía sentir como una sensación de succión de lo más extraña. Aunque en ningún momento llegué a disfrutar o a excitarme, no hizo falta. Las propias babas de la cosa hicieron lo propio.

¿Cuánto rato pasé así? No sabría decirlo... Simplemente sé que cuando ese bicho terminó de descargarse dentro de mi se fue y tal como apareció, desapareció.

Medio congelada, con la sensación de estar sucia por dentro y por fin pude salir de ahí, pues al poco de terminar me vinieron a buscar con un albornoz para taparme.

Tapándome cómo podía con la ropa salía cabizbaja, deseando que todo hubiera sido una pesadilla, pero por desgracia el encontrarme el individuo de antes me hizo recordar que todo era real, más cuando me lo encontré trayéndome un maletín con el resto de dinero prometido.

- Aquí tienes el resto, como prometido- dijo con tono sonriente y satisfecho, esperando que dijera algo, mantuvo un silencio y siguió- no te preocupes, nos mantendremos en contacto. Mis chicos te llevarán a casa.

Realmente no era consciente de cuánta razón tenían esas palabras, pues al cabo de unas semanas me llamaron preguntándome como me encontraba.

¿Encontrarme bien? Pues si tengo que ser sincera, desde aquel día empecé a notarme nauseas, vomitaba, acidez... Incluso, tenía retrasos en el periodo... Todo era tan raro... Era algo imposible, pero parecía que estuviera embarazada.

Le comenté un poco por encima mi malestar, pero me dijo que no me preocupara, que todo estaba dentro de la normalidad.

Aún así, fueron pasando las semanas y los síntomas se mantenían, incluso, empezaba a notarme hinchada.

Empecé a preocuparme realmente, por lo que finalmente decidí ir al médico.

Una vez allí, empezaron a hacerme pruebas y análisis, terminando por hacerme una ecografía. Mi sorpresa fue al ver la imagen de la pantalla. No era nada parecido a un feto o a un ser humano. Era una monstruosidad amorfa, llena de tentáculos y con una especie de garras.

Me volví a casa chocada, pálida, sin estar completamente segura de lo que había visto, pero por un momento recordé aquella noche y en la que me entregaron una tarjeta para poder mantenerme en contacto con aquellos hombres si surgía alguna complicación:

- ¿Diga?- escuché una voz varonil al otro lado del auricular.

- Buenas... soy yo... esto... parece que.. estoy embarazada de vuestra...- hablaba en tono insegura, con la voz temblando, intentando asimilar lo que había pasado- mascota.

- ¿Ah si? ¡Perfecto! Es una gran noticia. Tendremos que seguir en contacto. Por el parto no te preocupes y los médicos, nos encargaremos nosotros y lo pagaremos todo nosotros, manteniendo el máximo secretismo, no hay necesidad que nadie más se entere- para mi sorpresa, el hombre hablaba alegre y feliz, como ajeno a toda preocupación.

- Va... vale- dije en tono nervioso, sin entender demasiado lo que ocurría y terminar mirando el teléfono con incredulidad y cara de incomprensión.

La conversación terminó hablando casi todo el rato la otra voz mientras yo asentía no muy segura.

Los días iban pasando y no pude evitar curiosear, tener más información, pues notaba como esa cosa crecía dentro de mí.

Indagando, pude encontrar noticias sueltas de mujeres que habían sufrido partos prematuros con mutaciones que habían terminado con sus vidas, pero las criaturas habían podido sobrevivir, en algunos casos, y una serie de hombres se los habían llevado sin volver a saber de ellos.

No quería relacionar ideas, hasta el momento en que empecé a notar dolores internos, en algunas ocasiones provocandome hemorragias.

Más días fueron pasando mientras mi vientre crecía y con ello las hemorragias  provocado que me sintiera débil  pálida, incluso me costaba levantarme de la cama, pero del otro lado de la línea me iban animando, diciéndome que lo hacía muy bien y que próximamente llegaría el momento y sería libre.

Y tal como avanzaba, sí, sería libre, pero dudo que me liberara de la fiera esa sin más... Me temo que mi vida se fuera con ella si mi estado seguía empeorando.

Finalmente, pensándolo mejor, no podía permitir que esa cosa naciera y se la llevaran... Ni que esa cosa se llevara mi vida. Si algo recordaba era la sensibilidad que aparentaba tener aquella cosa a la luz, al menos, era era la lógica ante la prohibición total de tener acceso a la mínima lumbre mientras estuve allí.

Me armé de valor y bajé de casa a comprar una linterna de alta potencia. Volví a mi casa, me instalé en el baño, me penetré con la linterna, le dí al interruptor y...

Fin