martes, 28 de octubre de 2014

Sueño

-Dime algo que no sepa –le dijo mientras se dejaba caer en la cama, solo con el camisón de noche.
La liliputiense se le acercó, sonrojada en extremo.
-Hazme algo que no conozca –susurró, alzándose el camisón transparente.
La liliputiense se acercó aún más y hundió sus labios en sus otros labios carnosos, absorbiendo, muerta de sed.
-Solo soy una fantasía de lo que te gustaría tener. Te gustaría poseerme. Te gustaría que, en vez de habernos visto tan solo, llevarme contigo entre tus sábanas. ¿Verdad, Kyra?


Despertó, con el sueño agitado y empapada en sudor y lo que no era sudor, maldiciendo la hermosa visión que se le había aparecido aquel mismo día.

lunes, 20 de octubre de 2014

El quebrantahuesos

Atención: Este relato puede (o no...) herir tu sensibilidad. Léelo bajo tu responsabilidad.

Bosque o montaña, aquella era su región. Paseaba por donde le venía en gana y era muy aficionado a la caza sangrienta. Le llamaban el quebrantahuesos, mote obtenido no precisamente por un asunto que era moco de pavo, si no que era una cosa azul, encogida que adoraba la caza. Pero eso ya lo hemos mencionado, ¿verdad?
Un día tirando ya hacia la noche, como cualquier otro del interminable calendario, paseaba un buen muchacho, nada adinerado pero si muy humilde, jovencito e insensato. El quebrantahuesos le tenía echado el ojo desde el momento en el que se había adentrado en el bosque que había a la falda de su montaña. Seguramente estaría buscando un lugar donde pasar la noche. El quebrantahuesos, impaciente, pronto se lanzó hacia a él, le desgarró la ropa en un abrir y cerrar de ojos e introdujo su extraño aparato reproductor por una incisión que él mismo le causó. Los gritos se extendían por todo el bosque verde, amarillo y marchito. Todos oyeron como alguien gritaba como un poseso, como si lo estuvieran matando. ¡Qué casualidad! El quebrantahuesos empezó a apretar su lazo de muerte mientras aceleraba la velocidad con la que asaetaba con su "polla" al inocente muchacho, que se retorcía de dolor.
Y, cuando el quebrantahuesos decidió soltar sus fluidos, le partió todos los huesos al muchacho, matándolo. Luego se lo comió con ansia y cagó su cuerpo en la cueva en la que vivía.

lunes, 13 de octubre de 2014

El comienzo

Vuelta otra vez a todo. Era inevitable, claro. Pero no le entusiasmaba nada tener que recuperar su rutina de Invierno, dejando de lado lo divertido del Verano: levantarse tarde, perseguir a su novia por la casa, hacerlo en todos los rincones de la casa, cocinar juntas... Todo eso se iba a ver sustituido por los trabajos, los deberes, los encargos...

Resopló. Sí, iba a ser duro intentar recuperar algo de la vieja rutina de siempre.

Se encogió de hombros al recordar aquellos pensamientos de la vuelta; luego volvió a agitar el spray y ponía otro pequeño montículo de nata en su ombligo, completando el camino de nata y empezando a poner los trozos de fresas encima de estos.
-Mmm... Seguro que será divertido cuando lo termine -musitó.
-Está fresquito -comentó ella, atada a la cama, con los ojos vendados, desnuda y con una sonrisa en los labios sonrosados.

Tras un largo día, había conseguido convencerla para jugar a las cocinitas, empleando lo que le habían enseñado aquel día en el curso. Básicamente, la cobertura de las tartas.

Después de todo, se dijo mientras empezaba a comerse el caminito dulce, no había sido para tanto.

lunes, 6 de octubre de 2014

El juego de Sakhmet - Niña mala

Aviso: Este relato contiene escenas explícitas no aptas para menores de edad... ni para personas sensibles, ya puestos. Léelo bajo tu responsabilidad.

Yolanda

Una vez pasado el miedo inicial a lo desconocido, su respiración pareció relajarse un poco, escuchando el silencio que reinaba en su habitación. Mila la contempló con una sonrisa paciente. La había conocido "casualmente" en una manifestación y había conseguido convencerla de ir a tomar una copa nada más terminar aquel acto pacífico. Le había suministrado suficiente alcohol en sangre como para que no se resistiera a su beso inicial, tanteando el terreno. Según Sakhmet, Yolanda mantenía una curiosa relación con una compañera de clase, por lo que seducirla no iba a suponer un problema. Al principio, como era lógico, se resistió un poco. Pero luego, sin saber Yolanda muy bien cómo, habían terminado en su casa, desnuda y atada a su cama, que le daba un poco de vergüenza dado que algún que otro peluche aún estaba fuera de las estanterías, donde normalmente solían estar.

Mila no le dio importancia. Se dedicó en cuerpo y alma en arrastrarla con caricias eróticas hasta la cama, entre besos la había desnudado, sin darle tiempo para azorarse por estar desnuda ante una persona que había conocido hacía nada. Luego, con ayuda de unas prendas de su armario, la había atado en la cama, para después vendarle los ojos, prometiendo no salir de la habitación y dejarla sola. Su respiración, en un inicio, había sido acelerada, tanto, que a Mila la había excitado. Sin embargo, era esencial tener paciencia, esperar que la víctima se confiase antes de atacar.

Como en la lista que le había dado Sakhmet no aparecía su nombre en rojo, se había dejado la guadaña en casa, trayendo consigo solo un cuchillo y por si las moscas. Se quitó las botas con lentitud, estudiando la apertura que tenía entre las piernas, ese dulce manjar que, fruto de la excitación y la vergüenza al estar tan expuesta a Mila, empezaba a humedecerse, brillando con la luz sus dulces jugos.

-Mmm... Parece que la cena está servida -musitó Mila, pero no lo suficientemente alto como para que Yolanda entendiese lo que había dicho.

Se aproximó hacia la cama, deshaciéndose de la chaqueta y quitándose la camiseta negra. Se inclinó sobre el felpudito de bienvenida que tenía sobre el monte de Venus y saludó con un toque algo tímido, pero al mismo tiempo atrevido, sobre ese botón del placer que tanto gustaba tocar de cuando en cuando, provocando que Yolanda diera un ligero respingo, dividido entre la sorpresa y el placer. Besó aquellos otros labios con pasión, poniendo sus frías manos sobre los muslos blanquecinos de la muchacha, entreabriendo un poco más aquellos pliegues que contenían los primeros síntomas del placer.

Mila se empleó a fondo, metiendo la lengua y buscando con ella el punto G, aunque le quedaba un poco lejos como para poder tocarlo con la lengua. Así pues, mientras se la follaba con aquel curioso órgano, metió en tan húmeda gruta dos dedos, sin apartar la lengua de donde la tenía, meciéndola, dando vueltas, expandiendo y dejándose apretar por las paredes de la vagina de Yolanda, quien se había entregado prácticamente entera a aquel placer.

No contenía sus gemidos, lo cual para Mila era todo un placer. Notando que estaba a punto de correrse, tanteó el negro agujero que tenía bajo aquel manantial, oyendo como cuan pronto protestaba la muchacha, pues nunca la habían follado por ahí y no tenía intenciones de empezar aquella noche. Empero, teniéndola Mila completamente a su merced, poco más que quejarse podría hacer. Dejó que se corriera tan pronto, previendo que lo que vendría más adelante a lo mejor le parecía duro, pero que luego pediría más y más y más... hasta la extenuación.

Mila recogió los frutos de sus acciones amorosas y con la lengua mojada en parte por su saliva en parte por los fluidos de Yolanda, trazó un camino zigzagueante por su ombligo, subiendo por sus hermosos y blanquecinos pechos que empezaban a estremecerse por el contacto de la boca de Mila. Esta abarcó primero uno y luego el otro, entreteniéndose más con el segundo y cuidando de que el primer pecho no se pusiera celoso, haciéndole caricias delicadas con una mano, pellizcándole en unos pezones que comentaban a ponerse duros, con la piel de gallina por el placer. La otra mano empezó a bajar, traviesa, por donde antes había pasado una lengua dejando un rastro cual caracol y se adentró en las profundidades antes abandonadas.

Yolanda soltó un fuerte gemido cuando la penetró con cuatro dedos, dejando al meñique la sencilla tarea de penetrar con cuidado por el negro y estrecho agujero de su ano, nunca tratado de aquella forma. Yolanda se revolvió contra las ataduras, pero era imposible soltarse sin ayuda, pues Mila se había asegurado de ello.

Tras deleitarse con un poco de entretenimiento en aquel delicioso pecho, siguió ascendiendo y mordisqueó ligeramente su cuello hasta por fin atacar unos anhelantes labios que parecían haberla estado buscándola desde hacía bastante rato. Contuvo con sus labios los gemidos que pugnaban por salir de aquellos sonrosados labios. Los mordisqueó ligeramente antes de entregarse afanosamente a masturbarla, con aquellos cuatro dedos dentro de la conocida gruta y uno dentro de un lugar que, por mucho que desease quejarse Yolanda, Mila deseaba violar y rasgar hasta que la muchacha le suplicara más tras haber descubierto una nueva fuente de placer. Logró que se corriera deprisa, de una forma ciertamente brusca, apasionada. Sus gemidos encontraron un eco en la boca de Mila que disfrutaba sintiendo en su mano el manantial que su dulce gruta de repente liberaba.

No queriendo retenerla más, pasó el dedo índice por su estrecho ano, trazando círculos, logrando que esta entrada tan vetada se dilatara lo suficiente como para que pasara un dedo. Yolanda se quejó de dolor al principio; al segundo dedo, sus gemidos se hicieron más intensos. Al tercero ya suplicaba que parase, y al cuarto, sus gemidos se convirtieron en gritos, primero de dolor y luego de un placer inconmensurable, combinado con el trabajo de la otra mano, que mimaba otra el punto G escondido entre los pliegues sonrosados de tan deliciosa cueva y, casi al mismo tiempo, el clítoris, ese botón de placer rápido al que muchas recurrían.

Yolanda se vio, de repente, superada por cuatro fuentes de placer, que la saturaban, que sobrecargaban sus terminaciones nerviosas, pues la boca de Mila, junto con sus dientes, mordisqueaban, besaban, lamían los pechos de Yolanda, siguiendo como violinistas los gemidos de Yolanda, como si fuera su director en una hermosa pieza de orquesta. Mila se sorprendió de que la muchacha lograse aguantar tanto antes de correrse, varias veces en un instante, llegando a diversas cimas en todos los puntos de placer.

Mila se dio por satisfecha, viendo que la había extenuado hasta el límite, sabiendo que en nada se quedaría dormida por el esfuerzo realizado por su cuerpo al correrse tantas veces, al tocar con las manos desnudas las estrellas. Con el mismo sigilo de antes, con delicadeza, empezó a desatarla, dejando para el final la venda de los ojos, descubriendo una mirada agradecida, llena de un turbio placer que, estaba segura, se apresuraría en compartir con aquella compañera de clase.



Al cerrar la puerta tras de sí, Mila sacó la lista y tachó el nombre de Yolanda, con una sonrisa de satisfacción. No había habido sangre de por medio, pero había sido una experiencia agradable. Aún así, ella creía que hubiera disfrutado mucho más si la sangre hubiese corrido y si, en vez de tomar un papel tan pasivo, hubiera sido más activa. Tal vez en otro momento, en otra situación. Como por ejemplo cuando llegase el momento de hacer el trío con la muchacha que acababa de cepillarse, Marina (la que creía que era la compañera con la que se acostaba) y ella. Delicias del cielo, estaba impaciente por llegar al final de la lista y sucumbir a toda clase de placeres perversos con aquellas dos.

Sin embargo, antes debía completar la lista... y conocer los puntos fuertes y las debilidades de Marina, pues aún no sabía ni cómo era ella, ni como sería su cuerpo debajo de la ropa. Sonrió mientras arrancaba la moto y se ponía en marcha hacia su casa, donde, probablemente, Tilo lo estaría esperando. Eso si había hecho caso del mensaje que le había dejado. Para la próxima víctima, sí iba a necesitar su ayuda... y la compañía de su amada guadaña.

Para la próxima si que correría la sangre.

Y disfrutaría tanto como Yolanda había disfrutado de que la "violase" allí donde en un inicio le había negado su entrada.