jueves, 27 de junio de 2013

Caído del cielo

Era un día como cada mañana. Los aldeanos estaban con las manos metidas en las mangas, hablando de la excesiva disminución del comercio cuando de repente, empezó a tronar. Fue bastante extraño, porque en el cielo no había ni una sola nube...

Pero sí una extraña línea temporal blanca que perturbaba a todo el que lo miraba. Oyeron una risa salida de otro mundo (literalmente) y una cosa con extraña forma empezó a caer de lo alto del cielo. Lo más raro del asunto no era la grieta pixelada. Era la cosa. La cosa que no estaba ni mucho menos hecha con el modelo estándar del Dios Cúbicus.

Y cuando tocó tierra, toda la vida en Cúbica se extinguió.

Para prevenir esto en otros mundos, en las fallas temporales siempre habrá una mano que te escupa un papel que ponga:

Por favor, no arrojen basuras

jueves, 20 de junio de 2013

No quiero...

Aquí, frente al altar y a punto de dar el sí, recuerdo la primera vez que te vi. Tengo grabadas en la mente las prendas que vestías. Esa camisa negra que contrastaba con lo pálido de tu piel, pero resaltaba el color de tu alma, la que me mostraste con tu limpia y bella sonrisa. Los pantalones vaqueros un poco rotos que me hicieron pensar eras algo rebelde, y no es que no lo fueses, eso fue tal vez lo que más me atrajo, sino que además también te faltaba dinero.

Sigues teniendo una posición económica poco privilegiada, pero la riqueza de tus sentimientos, para cualquiera con la capacidad de apreciarlo, bastaría para ser tres veces lo feliz que es. Yo lo noté, y por eso me entregué a ti sin siquiera saber tu nombre. Por eso abrí mis piernas para recibir tu juventud y dejarte entrar a mi vida, para ver si así dejaba de ser una anciana a los veinte. Por eso me enamoré de ti. Por eso supe que de no vivirla contigo, la vida no tendría sentido.

Aquí, frente al altar y a punto de dar el sí, recuerdo esos amaneceres a tu lado y quisiera cortarme las venas y ahogarme en mi sangre, porque ese hombre de quien pronto seré esposa, no tiene ni la décima parte de tu belleza.

viernes, 14 de junio de 2013

Who am I?

Realmente me he llegado a preguntar muchas veces quién soy. Pero no a nivel de cuál es mi nombre, identidad, persona física viva y existente en un mundo llamado Tierra.

Soy lo que soy, soy lo que los demás ven de mi, soy lo que los demás opinan de mi y lo que yo opino de mi. Soy quien mis padres quieren que sea, soy quien mi jefe quiere que sea, soy quien mis amigos quieren que sea, soy el dueño de mi vida, soy mil y una personas a la vez y nunca dejo de ser yo. Porque ese yo existe en ellos y a la vez existe en mi.

Pero ante tanta vicisitud psicológica quién es el verdadero y autentico YO? Me habré perdido por el camino? Seguiré manteniendo mi personalidad y esencia intacta tras tanto contacto social? Siendo tan camaleonico? Aprendiendo de los demás, adquiriendo una parte de ellos y añadiéndola a mi ser, del mismo modo que ellos se llevan un trozo de mi ser.

Realmente soy Yo? o soy lo que ellos quieren que sea? Soy un Frankenstein mental?

Quién soy?

Quién eres tú? Realmente eres quien crees ser?

Yo hace tiempo que me lo pregunto... y sigo sin hallar la respuesta.

miércoles, 5 de junio de 2013

El señor Tortuga

Érase una vez un señor Tortuga que deseaba salir con una señora Tortuga. Parecía una tarea bastante sencilla, pero el señor Tortuga era muy, muy, muy tímido y siempre que intentaba hablar con la señora Tortuga, sus palabras se atropellaban, se ponía muy nervioso y entonces la señora Tortuga perdía todo interés por él.

Un buen día, se encontró quejándose en voz alta, siendo oído por el señor Conejo. El señor conejo tenía unos bigotes muy largos, un rabo con forma de bola de algodón y era todo gris a exceptuar por una mancha negra en una de sus patas. El señor Conejo le preguntó al señor Tortuga por qué estaba tan triste.
-Oh, señor Conejo. Quisiera pedirle salir a la señora Tortuga. ¡Pero soy, ay, tan tímido que tartamudeo, soy lento y ella pierde todo interés por mí después de dos horas intentando decir algo coherente!
El señor Conejo se quedó pensativo largo rato, haciendo esperar pacientemente al señor Tortuga. Por fin, una idea surco rauda su mente.
-¡Ya lo tengo, señor Tortuga! -dijo el señor Conejo, muy entusiasmado-. En lo profundo del bosque vive una bruja. Ve hasta ella y cuéntale tu problema. Ella sabrá qué hacer contigo.
El señor Tortuga se animó entonces y recorrió el largo y ancho camino que llevaba hasta el corazón del bosque, donde una humilde casita se alzaba entre la maleza.

La bruja, por suerte para el señor Tortuga, se encontraba barriendo las pequeñas escaleras que conducían a su casa y le vio llegar.
-Buenos días, señora bruja -saludó muy cortésmente el señor Tortuga.
-¡Oh! -exclamó la bruja-. Pero, ¿qué tenemos aquí? ¡Una tortuga! ¡Huy! Usted perdone. El señor Tortuga. ¿Qué desea, señor Tortuga?
Y el señor Tortuga, feliz y viendo que sus problemas tocaban a su fin, le contó a la bruja su lío con la señora Tortuga. Entonces, la bruja asintió y dijo:
-Sé exactamente qué voy a hacer contigo.

El señor Tortuga acabó siendo sopa de tortuga, devorado gustosamente por la señora bruja, que se lamía aún los labios mientras echaba la siesta.

¿Moraleja? Nunca te fíes de un conejo que habla.