Agonizaba. Sus edificios hechos de carne, supuraban, sangraban, caían pequeños trozos de esos bloques blandos y rojizos al suelo artificial. Los aldeanos eran pocos y molestos. La gran mayoría se había ido. El hedor era insoportable Las moscas no revoloteaban en las estructuras moribundas por la que la Espléndida Emperatriz no lo permitía. Bloques de carne. Carne hedionda. Descompuesta. Muerte en vida. Una grieta se abrió en el suelo y, si la ciudad putrefacta hubiera tenido cuerdas vocales, hubiera gritado. Siguió muriendo, lentamente, mientras sus abominables y infectos edificios caían poco a poco, agónicos y sucumbiendo para siempre.
miércoles, 9 de enero de 2013
viernes, 4 de enero de 2013
Felies fiestas y feliz año nuevo
Termina la navidad, termina el año nuevo y con ello llegan los Reyes Magos. El espíritu navideño se disipa pero en muchos hogares todavía continúa.
Se oye un villancico de fondo sonar, decoraciones navideñas y un belén ornan la casa, una familia se reúne al rededor de un fuego a abrir, con amplias sonrisas, sus regalos que les ha traído la navidad junto a sus seres queridos.
En el centro del comedor hay una mesa llena de comida, pavo, gambas, embutidos, ensalada... incluso se pueden contar 8 platos. Uno para cada miembro de esta exclusiva fiesta.
En algún lugar de las afueras se encuentra el mismo espíritu navideño.
No tienen villancicos, no tienen decoraciones navideñas, no tienen belén, no tienen regalos, no hay risas, no hay alegría, no tienen comida, no tienen a nadie con quien compartir este día, excepto su eterna compañera. Soledad.
Aún así sonríen ante la visa te un año terminar y otro empezar, de ver otro nuevo amanecer, de seguir aquí y haber vivido otro año más.
Son los grandes olvidados, pero ellos también tienen derecho a su navidad, una navidad, donde cada nuevo día es un regalo.
¡Felices fiestas y feliz año nuevo!
Se oye un villancico de fondo sonar, decoraciones navideñas y un belén ornan la casa, una familia se reúne al rededor de un fuego a abrir, con amplias sonrisas, sus regalos que les ha traído la navidad junto a sus seres queridos.
En el centro del comedor hay una mesa llena de comida, pavo, gambas, embutidos, ensalada... incluso se pueden contar 8 platos. Uno para cada miembro de esta exclusiva fiesta.
En algún lugar de las afueras se encuentra el mismo espíritu navideño.
No tienen villancicos, no tienen decoraciones navideñas, no tienen belén, no tienen regalos, no hay risas, no hay alegría, no tienen comida, no tienen a nadie con quien compartir este día, excepto su eterna compañera. Soledad.
Aún así sonríen ante la visa te un año terminar y otro empezar, de ver otro nuevo amanecer, de seguir aquí y haber vivido otro año más.
Son los grandes olvidados, pero ellos también tienen derecho a su navidad, una navidad, donde cada nuevo día es un regalo.
¡Felices fiestas y feliz año nuevo!
miércoles, 26 de diciembre de 2012
Sonido de cascabeles
La oscuridad parecía cernirse sobre la ciudad, esquivando los puntos de luz y acomodándose en los rincones. Era de noche y las pocas estrellas que lograban brillar más que la ciudad, observaban, en silencio. En una calle en concreto, las casas estaban apagadas, sumidas en sueños. Alguna que otra ventana vomitaba luz sobre el suelo, una luz tenue y con poco tiempo de vida.
Observaba, sigiloso, surcando el cielo, buscando una casa en particular. No tenía mucho tiempo y sabía que se estaba retrasando... pero no podía irse sin pasar por el hogar de Minnie Tims. Agudizó la vista y, aliviado, la halló al fin...
Descendió con ese sonido de cascabeles acompañándolo, pensando cómo entrar en la casa sin despertar a sus inquilinos. Se posó en el tejado y calculó más o menos donde estaba el abeto. Rozó el dedo pulgar con el índice y el corazón, apareciendo con el frote un polvillo verde que lo envolvió como si fueran copos de nueve coloreados e iluminados por el sol. Cuando aquella extraña purpurina se despejó, él ya no estaba.
La habitación estaba en penumbra pero no importaba; sabía guiarse bien. Depositó en silencio el pequeño saco aterciopelado y empezó a hurgar en su interior.
-¿Dónde está? ¿Dónde está? -se preguntaba.
Con una sonrisa de éxito, sacó un pequeño paquete con un lazo, depositándolo en el suelo alfombrado. Siguió a este otros tres más, dos de pequeño tamaño. En todos se podía leer una etiqueta, con pulcra letra, fácilmente legible. En dos de ellos se leía: Minnie Tims. En uno: papá; en otro: mamá.
A punto estuvo de irse, cerrando el saco con ese sonido siguiéndolo, cuando la oyó. ¡Cielos! Se había demorado mucho dejando los paquetes.
Esperó un poco, a propósito. La oía bajar las escaleras, descalza y en pijama. Cada fibra de su ser estaba nerviosa, inquieta... expectante. Esperó y esperó y justo cuando Minnie Tims estuvo a punto de cruzar la corta distancia que haría visible al gran hombre, este empezó a frotar los dedos pulgar, índice y corazón, apareciendo ese mágico polvo, de color rojo esta vez.
Y, exactamente cuando Minnie llegó hasta el abeto decorado con mimo, el gran hombre, vestido de rojo y grandes barbas blancas, desapareció. ¡Puff! Con aquel sonido de cascabeles siempre acompañándolo.
-¿Santa Claus? -musitó la niña, emocionada.
Aguantó la respiración y su corazoncito se emocionó cuando oyó a los renos partir, los cascabeles agitarse y una risa muy característica de aquel ser tan curioso.
-¡Feliz Navidad, Minnie! -dijo él, surcando el cielo, buscando la siguiente casa donde debía parar.
¿Será la tuya?
Observaba, sigiloso, surcando el cielo, buscando una casa en particular. No tenía mucho tiempo y sabía que se estaba retrasando... pero no podía irse sin pasar por el hogar de Minnie Tims. Agudizó la vista y, aliviado, la halló al fin...
Descendió con ese sonido de cascabeles acompañándolo, pensando cómo entrar en la casa sin despertar a sus inquilinos. Se posó en el tejado y calculó más o menos donde estaba el abeto. Rozó el dedo pulgar con el índice y el corazón, apareciendo con el frote un polvillo verde que lo envolvió como si fueran copos de nueve coloreados e iluminados por el sol. Cuando aquella extraña purpurina se despejó, él ya no estaba.
La habitación estaba en penumbra pero no importaba; sabía guiarse bien. Depositó en silencio el pequeño saco aterciopelado y empezó a hurgar en su interior.
-¿Dónde está? ¿Dónde está? -se preguntaba.
Con una sonrisa de éxito, sacó un pequeño paquete con un lazo, depositándolo en el suelo alfombrado. Siguió a este otros tres más, dos de pequeño tamaño. En todos se podía leer una etiqueta, con pulcra letra, fácilmente legible. En dos de ellos se leía: Minnie Tims. En uno: papá; en otro: mamá.
A punto estuvo de irse, cerrando el saco con ese sonido siguiéndolo, cuando la oyó. ¡Cielos! Se había demorado mucho dejando los paquetes.
Esperó un poco, a propósito. La oía bajar las escaleras, descalza y en pijama. Cada fibra de su ser estaba nerviosa, inquieta... expectante. Esperó y esperó y justo cuando Minnie Tims estuvo a punto de cruzar la corta distancia que haría visible al gran hombre, este empezó a frotar los dedos pulgar, índice y corazón, apareciendo ese mágico polvo, de color rojo esta vez.
Y, exactamente cuando Minnie llegó hasta el abeto decorado con mimo, el gran hombre, vestido de rojo y grandes barbas blancas, desapareció. ¡Puff! Con aquel sonido de cascabeles siempre acompañándolo.
-¿Santa Claus? -musitó la niña, emocionada.
Aguantó la respiración y su corazoncito se emocionó cuando oyó a los renos partir, los cascabeles agitarse y una risa muy característica de aquel ser tan curioso.
-¡Feliz Navidad, Minnie! -dijo él, surcando el cielo, buscando la siguiente casa donde debía parar.
¿Será la tuya?
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Feliz navidad, pequeños retoños |
Para Anubis y Sokar, con cariño
viernes, 21 de diciembre de 2012
Buscando una nueva vida (4ª parte y fin)
Al fin se abrió la puerta y me decidí a entrar.
Solo durante los primeros pasos me guiaron con una linterna hasta que me quedé en medio y pude escuchar como cerraron la puerta tras de mí, dejándome en plena oscuridad.
Tras eso me puse a mirar a mi al rededor, intentando discernir algo sin demasiado éxito. Aunque al cabo de unos segundos pude oír como una puerta mecánica se abría y daba paso a algo que no podría reconocer ni la forma ni nada.
Escuchaba como la cosa parecía arrastrarse con una especie de ruido húmedo. Por unos momentos me quedé quieta en espera de poder reconocer algo o tocarlo, pero nada pasaba. Simplemente unos segundos antes de que pudiera ser consciente, noté como una especie de tentáculo mojado y frío me tocaba la piel suavemente.
Era algo asqueroso, repugnante, nunca antes había sentido un tacto igual, excepto cuando tocabas una babosa o un caracol desde su base. Aún así, mi primera reacción al notar eso era retirarme, apartarme, pero antes de que pudiera darme cuenta la cosa me tenía apresada con sus pseudopodos y me empezó a arrancar la ropa. Todavía no se muy bien como, pero la cuestión reside en que no podía soltarme, lo tenía encima, una masa de mocos encima mío, fría pero que por momentos notaba como se iba calentando a la vez que emitía sonidos guturales que no conseguía descifrar, cuestionándome incluso que esa cosa pudiera existir realmente.
En medio de todo eso, encontrándome inmovilizada y sin poder gritar, pues notaba esa masa amorfa sobre mi, como empezaba a penetrarme. Lo extraño de la sensación era que a la vez que me penetraba podía sentir como una sensación de succión de lo más extraña. Aunque en ningún momento llegué a disfrutar o a excitarme, no hizo falta. Las propias babas de la cosa hicieron lo propio.
¿Cuánto rato pasé así? No sabría decirlo... Simplemente sé que cuando ese bicho terminó de descargarse dentro de mi se fue y tal como apareció, desapareció.
Medio congelada, con la sensación de estar sucia por dentro y por fin pude salir de ahí, pues al poco de terminar me vinieron a buscar con un albornoz para taparme.
Tapándome cómo podía con la ropa salía cabizbaja, deseando que todo hubiera sido una pesadilla, pero por desgracia el encontrarme el individuo de antes me hizo recordar que todo era real, más cuando me lo encontré trayéndome un maletín con el resto de dinero prometido.
- Aquí tienes el resto, como prometido- dijo con tono sonriente y satisfecho, esperando que dijera algo, mantuvo un silencio y siguió- no te preocupes, nos mantendremos en contacto. Mis chicos te llevarán a casa.
Realmente no era consciente de cuánta razón tenían esas palabras, pues al cabo de unas semanas me llamaron preguntándome como me encontraba.
¿Encontrarme bien? Pues si tengo que ser sincera, desde aquel día empecé a notarme nauseas, vomitaba, acidez... Incluso, tenía retrasos en el periodo... Todo era tan raro... Era algo imposible, pero parecía que estuviera embarazada.
Le comenté un poco por encima mi malestar, pero me dijo que no me preocupara, que todo estaba dentro de la normalidad.
Aún así, fueron pasando las semanas y los síntomas se mantenían, incluso, empezaba a notarme hinchada.
Empecé a preocuparme realmente, por lo que finalmente decidí ir al médico.
Una vez allí, empezaron a hacerme pruebas y análisis, terminando por hacerme una ecografía. Mi sorpresa fue al ver la imagen de la pantalla. No era nada parecido a un feto o a un ser humano. Era una monstruosidad amorfa, llena de tentáculos y con una especie de garras.
Me volví a casa chocada, pálida, sin estar completamente segura de lo que había visto, pero por un momento recordé aquella noche y en la que me entregaron una tarjeta para poder mantenerme en contacto con aquellos hombres si surgía alguna complicación:
- ¿Diga?- escuché una voz varonil al otro lado del auricular.
- Buenas... soy yo... esto... parece que.. estoy embarazada de vuestra...- hablaba en tono insegura, con la voz temblando, intentando asimilar lo que había pasado- mascota.
- ¿Ah si? ¡Perfecto! Es una gran noticia. Tendremos que seguir en contacto. Por el parto no te preocupes y los médicos, nos encargaremos nosotros y lo pagaremos todo nosotros, manteniendo el máximo secretismo, no hay necesidad que nadie más se entere- para mi sorpresa, el hombre hablaba alegre y feliz, como ajeno a toda preocupación.
- Va... vale- dije en tono nervioso, sin entender demasiado lo que ocurría y terminar mirando el teléfono con incredulidad y cara de incomprensión.
La conversación terminó hablando casi todo el rato la otra voz mientras yo asentía no muy segura.
Los días iban pasando y no pude evitar curiosear, tener más información, pues notaba como esa cosa crecía dentro de mí.
Indagando, pude encontrar noticias sueltas de mujeres que habían sufrido partos prematuros con mutaciones que habían terminado con sus vidas, pero las criaturas habían podido sobrevivir, en algunos casos, y una serie de hombres se los habían llevado sin volver a saber de ellos.
No quería relacionar ideas, hasta el momento en que empecé a notar dolores internos, en algunas ocasiones provocandome hemorragias.
Más días fueron pasando mientras mi vientre crecía y con ello las hemorragias provocado que me sintiera débil pálida, incluso me costaba levantarme de la cama, pero del otro lado de la línea me iban animando, diciéndome que lo hacía muy bien y que próximamente llegaría el momento y sería libre.
Y tal como avanzaba, sí, sería libre, pero dudo que me liberara de la fiera esa sin más... Me temo que mi vida se fuera con ella si mi estado seguía empeorando.
Finalmente, pensándolo mejor, no podía permitir que esa cosa naciera y se la llevaran... Ni que esa cosa se llevara mi vida. Si algo recordaba era la sensibilidad que aparentaba tener aquella cosa a la luz, al menos, era era la lógica ante la prohibición total de tener acceso a la mínima lumbre mientras estuve allí.
Me armé de valor y bajé de casa a comprar una linterna de alta potencia. Volví a mi casa, me instalé en el baño, me penetré con la linterna, le dí al interruptor y...
Fin
Solo durante los primeros pasos me guiaron con una linterna hasta que me quedé en medio y pude escuchar como cerraron la puerta tras de mí, dejándome en plena oscuridad.
Tras eso me puse a mirar a mi al rededor, intentando discernir algo sin demasiado éxito. Aunque al cabo de unos segundos pude oír como una puerta mecánica se abría y daba paso a algo que no podría reconocer ni la forma ni nada.
Escuchaba como la cosa parecía arrastrarse con una especie de ruido húmedo. Por unos momentos me quedé quieta en espera de poder reconocer algo o tocarlo, pero nada pasaba. Simplemente unos segundos antes de que pudiera ser consciente, noté como una especie de tentáculo mojado y frío me tocaba la piel suavemente.
Era algo asqueroso, repugnante, nunca antes había sentido un tacto igual, excepto cuando tocabas una babosa o un caracol desde su base. Aún así, mi primera reacción al notar eso era retirarme, apartarme, pero antes de que pudiera darme cuenta la cosa me tenía apresada con sus pseudopodos y me empezó a arrancar la ropa. Todavía no se muy bien como, pero la cuestión reside en que no podía soltarme, lo tenía encima, una masa de mocos encima mío, fría pero que por momentos notaba como se iba calentando a la vez que emitía sonidos guturales que no conseguía descifrar, cuestionándome incluso que esa cosa pudiera existir realmente.
En medio de todo eso, encontrándome inmovilizada y sin poder gritar, pues notaba esa masa amorfa sobre mi, como empezaba a penetrarme. Lo extraño de la sensación era que a la vez que me penetraba podía sentir como una sensación de succión de lo más extraña. Aunque en ningún momento llegué a disfrutar o a excitarme, no hizo falta. Las propias babas de la cosa hicieron lo propio.
¿Cuánto rato pasé así? No sabría decirlo... Simplemente sé que cuando ese bicho terminó de descargarse dentro de mi se fue y tal como apareció, desapareció.
Medio congelada, con la sensación de estar sucia por dentro y por fin pude salir de ahí, pues al poco de terminar me vinieron a buscar con un albornoz para taparme.
Tapándome cómo podía con la ropa salía cabizbaja, deseando que todo hubiera sido una pesadilla, pero por desgracia el encontrarme el individuo de antes me hizo recordar que todo era real, más cuando me lo encontré trayéndome un maletín con el resto de dinero prometido.
- Aquí tienes el resto, como prometido- dijo con tono sonriente y satisfecho, esperando que dijera algo, mantuvo un silencio y siguió- no te preocupes, nos mantendremos en contacto. Mis chicos te llevarán a casa.
Realmente no era consciente de cuánta razón tenían esas palabras, pues al cabo de unas semanas me llamaron preguntándome como me encontraba.
¿Encontrarme bien? Pues si tengo que ser sincera, desde aquel día empecé a notarme nauseas, vomitaba, acidez... Incluso, tenía retrasos en el periodo... Todo era tan raro... Era algo imposible, pero parecía que estuviera embarazada.
Le comenté un poco por encima mi malestar, pero me dijo que no me preocupara, que todo estaba dentro de la normalidad.
Aún así, fueron pasando las semanas y los síntomas se mantenían, incluso, empezaba a notarme hinchada.
Empecé a preocuparme realmente, por lo que finalmente decidí ir al médico.
Una vez allí, empezaron a hacerme pruebas y análisis, terminando por hacerme una ecografía. Mi sorpresa fue al ver la imagen de la pantalla. No era nada parecido a un feto o a un ser humano. Era una monstruosidad amorfa, llena de tentáculos y con una especie de garras.
Me volví a casa chocada, pálida, sin estar completamente segura de lo que había visto, pero por un momento recordé aquella noche y en la que me entregaron una tarjeta para poder mantenerme en contacto con aquellos hombres si surgía alguna complicación:
- ¿Diga?- escuché una voz varonil al otro lado del auricular.
- Buenas... soy yo... esto... parece que.. estoy embarazada de vuestra...- hablaba en tono insegura, con la voz temblando, intentando asimilar lo que había pasado- mascota.
- ¿Ah si? ¡Perfecto! Es una gran noticia. Tendremos que seguir en contacto. Por el parto no te preocupes y los médicos, nos encargaremos nosotros y lo pagaremos todo nosotros, manteniendo el máximo secretismo, no hay necesidad que nadie más se entere- para mi sorpresa, el hombre hablaba alegre y feliz, como ajeno a toda preocupación.
- Va... vale- dije en tono nervioso, sin entender demasiado lo que ocurría y terminar mirando el teléfono con incredulidad y cara de incomprensión.
La conversación terminó hablando casi todo el rato la otra voz mientras yo asentía no muy segura.
Los días iban pasando y no pude evitar curiosear, tener más información, pues notaba como esa cosa crecía dentro de mí.
Indagando, pude encontrar noticias sueltas de mujeres que habían sufrido partos prematuros con mutaciones que habían terminado con sus vidas, pero las criaturas habían podido sobrevivir, en algunos casos, y una serie de hombres se los habían llevado sin volver a saber de ellos.
No quería relacionar ideas, hasta el momento en que empecé a notar dolores internos, en algunas ocasiones provocandome hemorragias.
Más días fueron pasando mientras mi vientre crecía y con ello las hemorragias provocado que me sintiera débil pálida, incluso me costaba levantarme de la cama, pero del otro lado de la línea me iban animando, diciéndome que lo hacía muy bien y que próximamente llegaría el momento y sería libre.
Y tal como avanzaba, sí, sería libre, pero dudo que me liberara de la fiera esa sin más... Me temo que mi vida se fuera con ella si mi estado seguía empeorando.
Finalmente, pensándolo mejor, no podía permitir que esa cosa naciera y se la llevaran... Ni que esa cosa se llevara mi vida. Si algo recordaba era la sensibilidad que aparentaba tener aquella cosa a la luz, al menos, era era la lógica ante la prohibición total de tener acceso a la mínima lumbre mientras estuve allí.
Me armé de valor y bajé de casa a comprar una linterna de alta potencia. Volví a mi casa, me instalé en el baño, me penetré con la linterna, le dí al interruptor y...
Fin
miércoles, 28 de noviembre de 2012
El monstruo del túnel
Vio la salida del túnel mientras corría, sintiendo la presencia tras él. Las luces habían empezado a apagarse y la oscuridad reinaba con su sonrisa siniestra, desafiando al resto de lámparas a iluminarla. Las pisadas resonaban en las paredes de aquel gran agujero artificial excavado en la tierra. Hacía frío y su aliento formaba una nubecilla blanca. Llegó al final. Salió del túnel. Continuó corriendo. Más allá del túnel reinaba la noche. Siguió corriendo, temiendo que el monstruo que habitaba en el agujero lo cazara de un momento a otro. Que sus garras apresaran su tierna piel juvenil.
Sí. Todos lo esperaban.
Y, sin embargo, no sucedió. Porque los monstruos no existen. ¿Verdad?
Sí. Todos lo esperaban.
Y, sin embargo, no sucedió. Porque los monstruos no existen. ¿Verdad?
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Buscando una nueva vida (3ª parte)
Me encontraba frente al polígono donde me habían dicho que debía acudir.
Un lugar solitario, silencioso y la negra noche acompañaba al ambiente, pero para un trabajo como el que me habían ofrecido, tampoco podía esperar un hotel 5 estrellas.
Llamé a la puerta.
Pude ver como una rendija se abría y aparecían unos ojos. Me miraron de arriba a bajo y desaparecieron para abrir la puerta seguidamente.
Entrando en el lugar pude darme cuenta que era grandioso, tal como parecía desde fuera, aunque el polvo reinaba el lugar y se podía ver como habían arreglado un poco el lugar con algunas salas o habitaciones nuevas, pues era de lo poco que no tenía suciedad. Pero bueno, tampoco me fijé demasiado, ya estaba ahí, fuera lo que fuere ya no podía dar marcha atrás y el dinero me venía genial para poder jubilarme de una vez de esta mierda.
Tras unos segundos me encuentro en uno de esos barracones junto a un hombre un tanto mayor y bien vestido con traje y corbata, como de los que ya no se ven, junto a un pequeño grupo de hombres que visten en un mismo estilo de trajes de Armani.
- Buenas noches señorita- hace una pausa mientras me ofrece la mano- es un placer conocerla
- Buenas noches- le respondo como si nada de todo esto fuera conmigo, devolviéndole el apretón de manos sin demasiado interés- ¿Qué hay que hacer?- pregunté sin dar tiempo a ninguna charlatanería barata. Estaba ya más que acostumbrada, protocolos, como son las cosas, que haremos, conocerse... En fin, formalidades que en este trabajo, muchas veces, sobran.
El hombre de avanzada edad se queda un momento pensativo:
- Veo que no le gusta la charlatanería y quiere ir directa al grano- dice concluyente- Bien, pues sigame- ordena mientras empieza a caminar para salir del habitáculo indicándome que le siga. Entonces, mientras camina me va contando los detalles- El trabajo, como supondrá es sencillo. Entrará en una sala a oscuras donde se encuentra nuestro semental y dejará hacerse por él, después de eso, ya será libre y tendrá su dinero. Pero ante todo, no encienda la luz en ningún momento- insistía el hombre.
Por el camino no hacía más que afirmar. Las condiciones tampoco eran nada extrañas, excepto su insistencia, pero capaz que su fenómeno tuviera miedo a la luz o era una de esas aberraciones humanas y temía que huyera al verle.
Sin darme cuenta, perdida en mis cavilaciones ya nos encontrábamos a la entrada de donde debía ir:
- Es aquí- sentencio indicándome una puerta que daba al final de la nave.
Continuará...
Un lugar solitario, silencioso y la negra noche acompañaba al ambiente, pero para un trabajo como el que me habían ofrecido, tampoco podía esperar un hotel 5 estrellas.
Llamé a la puerta.
Pude ver como una rendija se abría y aparecían unos ojos. Me miraron de arriba a bajo y desaparecieron para abrir la puerta seguidamente.
Entrando en el lugar pude darme cuenta que era grandioso, tal como parecía desde fuera, aunque el polvo reinaba el lugar y se podía ver como habían arreglado un poco el lugar con algunas salas o habitaciones nuevas, pues era de lo poco que no tenía suciedad. Pero bueno, tampoco me fijé demasiado, ya estaba ahí, fuera lo que fuere ya no podía dar marcha atrás y el dinero me venía genial para poder jubilarme de una vez de esta mierda.
Tras unos segundos me encuentro en uno de esos barracones junto a un hombre un tanto mayor y bien vestido con traje y corbata, como de los que ya no se ven, junto a un pequeño grupo de hombres que visten en un mismo estilo de trajes de Armani.
- Buenas noches señorita- hace una pausa mientras me ofrece la mano- es un placer conocerla
- Buenas noches- le respondo como si nada de todo esto fuera conmigo, devolviéndole el apretón de manos sin demasiado interés- ¿Qué hay que hacer?- pregunté sin dar tiempo a ninguna charlatanería barata. Estaba ya más que acostumbrada, protocolos, como son las cosas, que haremos, conocerse... En fin, formalidades que en este trabajo, muchas veces, sobran.
El hombre de avanzada edad se queda un momento pensativo:
- Veo que no le gusta la charlatanería y quiere ir directa al grano- dice concluyente- Bien, pues sigame- ordena mientras empieza a caminar para salir del habitáculo indicándome que le siga. Entonces, mientras camina me va contando los detalles- El trabajo, como supondrá es sencillo. Entrará en una sala a oscuras donde se encuentra nuestro semental y dejará hacerse por él, después de eso, ya será libre y tendrá su dinero. Pero ante todo, no encienda la luz en ningún momento- insistía el hombre.
Por el camino no hacía más que afirmar. Las condiciones tampoco eran nada extrañas, excepto su insistencia, pero capaz que su fenómeno tuviera miedo a la luz o era una de esas aberraciones humanas y temía que huyera al verle.
Sin darme cuenta, perdida en mis cavilaciones ya nos encontrábamos a la entrada de donde debía ir:
- Es aquí- sentencio indicándome una puerta que daba al final de la nave.
Continuará...
miércoles, 14 de noviembre de 2012
En nombre de la guerra...
Como él, sus compañeros y algún que otro amigo, habían sido destinados al crucero de guerra Silverpoint. Se consideraban, hasta el momento, afortunados, pues se trataba de la nave de Stahl, una figura importante e influyente en el Consejo. Sumido en la contemplación de su árido, peligroso y querido planeta, fue sacada a la fuerza de estos por la alarma creciente y estridente que retumbaba en toda la nave. Había intrusos, casi seguramente, ISA.
Sucedió todo demasiado deprisa. Demasiado. Pasaron como una exhalación a su lado y tuvo que cubrirse entre los tiros de uno y de otros, vigilando de no herir a sus compañeros. Sin saber exactamente, cómo, aquellos dos cogieron naves pequeñas para atacar al crucero hermano del Silverpoint. Todos contraatacaban y, pesar de que recibió fieras órdenes por la radio de presentarse en el hangar para salir al espacio, sus pies no se movían de su lugar; estaba paralizado.
En unos pocos segundo, Stonewar ardía por los cuatro costados y, el piloto, en un intento por salvar a sus ocupantes, trató de aterrizar. Empero, allí estaban los ISA y, despiadadamente, lanzaron una bomba nuclear contra el herido crucero. Se estrelló contra aquella fuente de energía desconocida, que explotó y se liberó como si estuviera viva; cual plaga hambrienta, se fue extendiendo por todo el planeta, aniquilando toda la vida que pudiese haber en Helghan. El soldado se acercó más a la ventana, atónito.
Tantos muertos... Tanta gente inocente... asesinada...
Fue entonces cuando el soldado se atrevió a cuestionarse el por qué de la guerra. ¿Por sus ideales? ¿Por su familia? ¿Para llevarles algo de comer a sus hijos, tan huesudos y delicados?... ¿O para llenar las arcas y tener más territorio a los pies del autócrata?
¿Ideales? ¿Comida?
¿O dinero y avaricia?
Sucedió todo demasiado deprisa. Demasiado. Pasaron como una exhalación a su lado y tuvo que cubrirse entre los tiros de uno y de otros, vigilando de no herir a sus compañeros. Sin saber exactamente, cómo, aquellos dos cogieron naves pequeñas para atacar al crucero hermano del Silverpoint. Todos contraatacaban y, pesar de que recibió fieras órdenes por la radio de presentarse en el hangar para salir al espacio, sus pies no se movían de su lugar; estaba paralizado.
En unos pocos segundo, Stonewar ardía por los cuatro costados y, el piloto, en un intento por salvar a sus ocupantes, trató de aterrizar. Empero, allí estaban los ISA y, despiadadamente, lanzaron una bomba nuclear contra el herido crucero. Se estrelló contra aquella fuente de energía desconocida, que explotó y se liberó como si estuviera viva; cual plaga hambrienta, se fue extendiendo por todo el planeta, aniquilando toda la vida que pudiese haber en Helghan. El soldado se acercó más a la ventana, atónito.
Tantos muertos... Tanta gente inocente... asesinada...
Fue entonces cuando el soldado se atrevió a cuestionarse el por qué de la guerra. ¿Por sus ideales? ¿Por su familia? ¿Para llevarles algo de comer a sus hijos, tan huesudos y delicados?... ¿O para llenar las arcas y tener más territorio a los pies del autócrata?
¿Ideales? ¿Comida?
¿O dinero y avaricia?
![]() |
Stahl, quien proporciona armas y soldados a Helghan |
PD: Relato de 5 de Noviembre, con un poco de retraso.
miércoles, 31 de octubre de 2012
La granja humana
-¡Ñeeeeeeeee! -dijo el humano ciento cuarenta y cinco.
El ganadero no le prestó atención, pues era un sonido que oía constantemente cada vez que iba a trabajar a la granja de humanos. No era un trabajo que le entusiasmara precisamente, pero era algo con lo que llenar los estómagos vacíos de sus hijos y de su esposa.
Realizaba su segunda ronda, cuando se fijó en el reloj que llevaba en la peluda muñeca. Hora de comer. Se aseguró de que hubieran mezclado bien el pienso y, ayudado con una herramienta, empezó a repartir el pienso a aquel rebaño humano, tan básico y simple. Todos eran tontos. Todos menos uno, que parecía haber tomado conciencia de repente. A cuatro patas, observando con horror como sus congéneres se dirigían hambrientos a los barreños, gruñendo.
-Ñeeeeee, ñeeeeee, ñeeeeeee...
Estaban desnudos, hacía generaciones que les había salido vello en la espalda, su cerebro se había encogido en algún rincón de la corteza cerebral y se había vuelto bastante básico. Lo suficiente como para existir. Él también tenía hambre y no pensaba en hacerle ascos a la comida. Por lo que, empujando al resto del rebaño, se acercó a la valla que evitaba que se escaparan y olisqueó el pienso. En su rostro se formó una mueca de horror y espanto. Mezclado en el pienso, se veían huesos, carne que, por el aroma, identificaba. ¡Se comían a sí mismos! ¡Echaban trozos de ellos en el pienso! Retrocedió, no pensaba comerse aquello. Nunca. Jamás. Tenía que escapar de allí. Debía huir.
Intentó ponerse en pie pero no pudo, sus piernas se habían acortado, era un "animal". "Ellos"... habían empezado así, primero obligándolos a caminar como cuadrúpedos, alimentándolos con pienso, aplastando sus ideas de escapar... Sus manos deformes se sujetaron a la valla, y, sin saber cómo, logró sobrepasarla, cruzarla y echó a correr al mismo tiempo que el despiadado granjero le gritaba que se detuviera. A sus ojos era solo una bestia. Una bestia enloquecida que había escapado del rebaño.
El tipo en cuestión no quería perder su trabajo por lo que, antes de que el jefe se enterara de aquel desastre, cogió la escopeta y fue a la caza del maldito animal. No tardó mucho en avistarlo, pues parecía desorientado y confundido. "Quizá fuera el nuevo pienso", se dijo mientras apuntaba al tembloroso animal. Eran las reglas. Animal que huía animal que mataban. No necesitaban más líos de los que ya tenían. Y mucho menos él. "Quizá debí despedirme bien de mi mujer", pensó, cuando aquel bicho lo miró con sus ojos enloquecidos, rojos, y gritaba "ñeeee".
"Quizá... no debí aceptar el trabajo", pensó, al tiempo que el animal se le tiró encima. Apretó el gatillo y la bestia inmunda cayó a su lado. Un incidente más. No tardó en arrastrar de la pata sucia y embarranada al animal hasta la picadora, donde fue arrojado y más tarde, a la hora de la cena, más o menos, servido a sus compañeros, que masticaban sin darse cuenta de ello, porque eran un rebaño, un rebaño grande y tonto. Un rebaño de humanos. Quizá en un mundo paralelo...
Quizá en un futuro próximo.
-Ñeeeeeeeee...
sábado, 27 de octubre de 2012
Buscando una nueva vida (2ª parte)
Fui a ver qué tenía que proponerme, después de todo, si era cierto lo que me había dicho, ganaría una pasta y podría quedarme tranquila.
- Mujer! Gladis! Cuánto tiempo! Me alegra que hayas aceptado- me saludó eufóricamente, cómo si no supiera que me había dejado todo este tiempo abandonada y a mi suerte.
- No me vengas con tu mierda de peloteo Frank, ya sabes a que he venido, así que habla- le corté directamente, no tenía de estar ahí y menos de aguantarle tras todos estos años.
- Bueno, vale, vale, ahora te cuento- dijo algo sorprendido por mi reacción, aunque no dejaba de mirarle con mala cara- Pues he hablado con unos tipos que bueno, quieren hacer un trabajito algo inhabitual y no encuentran a nadie que se ofrezca, a pesar de que la oferta es altamente sustanciosa.
- Vale, ¿de qué se trata?- le espeté.
- Las condiciones son simples, meterte en una sala, follarte a su animal, eso sí, en ningún momento deberás encender la luz ni nada.
Realmente las condiciones eran sencillas y tampoco me quedaba nada por probar o hacer... así que acepté, ¿qué diferencia podría haber a hacerlo con o sin luz? Y follarse un animal, no era nada que no hubiera hecho ya... Por lo visto esta nueva generación eran más delicadas y no eran capaces de chupársela a un caballo y tragar.
Tras eso me explicó que debía presentarme a un complejo industrial donde me esperarían a la noche y que el dinero me lo darían después de haber hecho el trabajo.
Tras esos pocos momentos de charla, volví a mi casa y empecé a prepararme para la noche, intentando llevar mis mejores galas de putón, además, el trabajo solo era entrar, dejar que me la metieran, recoger el dinero y largarme. Parecía sencillo.
Continuará...
- Mujer! Gladis! Cuánto tiempo! Me alegra que hayas aceptado- me saludó eufóricamente, cómo si no supiera que me había dejado todo este tiempo abandonada y a mi suerte.
- No me vengas con tu mierda de peloteo Frank, ya sabes a que he venido, así que habla- le corté directamente, no tenía de estar ahí y menos de aguantarle tras todos estos años.
- Bueno, vale, vale, ahora te cuento- dijo algo sorprendido por mi reacción, aunque no dejaba de mirarle con mala cara- Pues he hablado con unos tipos que bueno, quieren hacer un trabajito algo inhabitual y no encuentran a nadie que se ofrezca, a pesar de que la oferta es altamente sustanciosa.
- Vale, ¿de qué se trata?- le espeté.
- Las condiciones son simples, meterte en una sala, follarte a su animal, eso sí, en ningún momento deberás encender la luz ni nada.
Realmente las condiciones eran sencillas y tampoco me quedaba nada por probar o hacer... así que acepté, ¿qué diferencia podría haber a hacerlo con o sin luz? Y follarse un animal, no era nada que no hubiera hecho ya... Por lo visto esta nueva generación eran más delicadas y no eran capaces de chupársela a un caballo y tragar.
Tras eso me explicó que debía presentarme a un complejo industrial donde me esperarían a la noche y que el dinero me lo darían después de haber hecho el trabajo.
Tras esos pocos momentos de charla, volví a mi casa y empecé a prepararme para la noche, intentando llevar mis mejores galas de putón, además, el trabajo solo era entrar, dejar que me la metieran, recoger el dinero y largarme. Parecía sencillo.
Continuará...
domingo, 16 de septiembre de 2012
Buscando una nueva vida (1ª parte)
Hola, me llamo Gladis, o al menos, ese era mi nombre artístico cuando aún era una actriz famosa y de gran porte.
Recuerdo con melancolía aún mis tiempos cuando era guapa, joven, esbelta. Pero los achaques de la edad aparecieron, los directores y guionistas dejaron de verme como un objeto de deseo, alguien a quien tener en su reparto, mi experiencia era algo inútil, pues después de todo, lo único que querían de mi era mi físico por lo que si quería un papel era tan sencillo como tener un vis a vis con el productor o el director, sacar a lucir mis encantos de mujer y darle un final feliz a la velada.
El papel era mío al instante.
¿Qué importaba romper una familia con o sin hijos? La mujer después de todo siempre saldría ganando, limpiándole de algunos ceros a cualquiera de aquellos millonetis, jejeje.
Pero como ya he dicho, los años no pasan en vano y esos veinte se convirtieron en treinta... Y entonces ya empezó mi decadencia, negandome papeles, teniendo que pasar de la gran pantalla a películas de serie B y, finalmente, el eslabón más bajo, la pornografía.
En este último era una enfermera, una madrastra malvada, una bruja, una amante, una ama de casa... siempre papeles sencillos y sin importancia, donde lo único que importaba era tu habilidad bocal y el saberte abrir de piernas.
Momentos así agradecía mis años de juventud, me permitía evadirme de la realidad mientras tenía ése falo embistiendome como si le fuera la vida en ello, follándome por todos los agujeros de mi cuerpo. Pero después de todo, no dejaba de ser un trabajo, más o menos agradable, me permitía pagarme las facturas y de vez en cuando, algo de placer.
Hasta que un día me llamó mi manager, ése hijo puta que me había dejado en la estacada tantos años ahora se acordaba de mí, me llamó diciendome que había encontrado un trabajo para mí, tras el cual podría casi retirarme de mi carrera y vivir por siempre en paz.
Continuará...
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