miércoles, 23 de enero de 2013

Ocho patas. Ocho cervezas.

Era un pulpo y eso lo tenía más que asumido. Tenía ocho patas. Eso también lo tenía más que asumido. Lo que no tenía tan asumido era que cada pata tuviera que tener un vaso de cerveza. No uno. Ocho. Porque si solo había uno las patas se peleaban y no cataba la cerveza.

Ocho patas. Ocho vasos. Una borrachera. Deberían ser ocho borracheras, pensó alegremente el pulpo mientras lo conducían fuera del agua. Siete patas. Seis patas. Cinco patas. Cuatro patas. Tres patas. Dos patas. Una pata. ¡Pulpo a la marinera!

Y por eso los pulpos dejaron de beber cerveza... y de relacionarse con desconsiderados humanos.


8 comentarios:

escarcha dijo...

jajaja
pobre pulpo!!!!!!

saludos Ikana

Muriel Murielyn Sophie dijo...

Yo he tenido unas boracheras, pero nunca he perdido un brazo
Pobre pulpo :(

Wilhemina dijo...

Pobre señor pulpo D: Otro motivo por el que no me gusta comerlos u.u

Nimy dijo...

Que microrrelato más curioso y triste. Se me hará complicado comer pulpo la próxima vez que se me antoje. Creo que me pasaré a los calamares, ja, ja, ja, ja.

Frauenwelt dijo...

joder D: Pobre pulpo, lo mal que lo tuvo que pasar T_T

Alien de Andromeda dijo...

Original y un poco cómico xD

Trinity dijo...

Pulpos xD Son unas criaturas muy curiosas D:

Mir dijo...

me gusta el relato, tiene cierto sentido dentro de lo absurdo ^^