lunes, 9 de junio de 2014

Tarantela II

Pasó una semana; no había encontrado motivo alguno por el que su amada compañera de clase buscara por la clase al autor o autora de tan extraño poema. Seguía pensando en lo insólito de su mirada. Corrían las clases y la distracción de su pequeño universo seguía presente en su día a día. Los exámenes, algunos, los aprobaba con cincos raspados y sus profesores le advertían en mitad de la clase que si no mejoraba, o bien tendría que recuperar más de una asignatura en septiembre, o bien repetir curso.

Aquella última posibilidad, en la que nunca había caído, se presentí infernal y despiadada. ¿Repetir curso? ¿Y perder, tal vez para siempre, a su deliciosa y amada compañera de clase? ¡Jamás! Fue el empuje final a mitad de curso lo que seguramente le salvó, así como, tal vez, el apoyo y compasión que le brindaban sus profesores. La chica, sin embargo, no se percató del cambio producido; empero, su aura de tranquilidad y felicidad se veía perturbada por el desconocimiento del origen del poema.
Con un nuevo amanecer, llegó otro poema, otro motivo de perturbación, otro día de escrutación en el aula, esperando que el que le dejaba aquellas pequeñas notas tan cargadas de amor y de romanticismo se delatase. Un gesto, un guiño, una mirada... fuera lo que fuese, sabía que se delataría en cualquier momento... y ella estaría ojo avizor para desenmascararlo... ¿o tal vez era una chica? Pasó la mañana pensando en cada compañero de clase, en cada encuentro, en cada conversación, esperando así encontrar la más mínima posibilidad que señalaba al "culpable".

El poema que había recibido decía así:

Amanece con resplandor dorado,
se refleja en tus cabellos,
ilumina el arado.

Una cándida sonrisa,
con hermosos hoyuelos,
profundas, azuladas brisas.

Parpadeó entonces la amada compañera de clase, la cariñosa compañera de estudios y, en esa pequeña fracción de segundos, tuvo tiempo de contemplarla y apartar la vista, embargado su cuerpo con su encanto, su belleza... su sonrisa temblorosa. Temblorosa. TEMBLOROSA. ¿Por qué temblaba su sonrisa? ¿Acaso era el preludio de una carcajada? ¿Acaso escondía una potente risa que hubiera merecido una pequeña regañina de la profesora de turno? ¿O era inseguridad? ¿Era miedo? ¿Desconcierto por los poemas de desconocida procedencia? Por un torturador instante, pensó en ir y confesarle su amor, haciéndose visible ante ella, mostrándose, señalándose... Rompiendo, al fin y al cabo, el hechizo que la rodeaba. Decidió, pues, no arriesgarse. Quiso pensar que aquel ligero temblor en sus labios no estaba relacionado con su persona. Se repitió para sí los últimos versos, mientras evocaba su felicidad para con ella.


2 comentarios:

Trinity dijo...

Menudo acosador le habrá salido xD

Nimy dijo...

Extraña manera de declararse a una...