lunes, 7 de abril de 2014

Tarantela I

Sentía una curiosa atracción por ella... tan vez porque tan solo se trataba de una compañera de clase. Sin embargo, tenía ese perfil bondadoso, como si de una persona sumamente inocente se tratase. Nunca había tenido el placer de hablar con ella, pero sí que la había espiado por los pasillos, la había contemplado distraídamente en clase, cuando salía a exponer algún aburrido trabajo que, repentinamente, se volvía del todo interesante cuando ella tenía que hablar.

Creía firmemente que su mundo giraba entorno a esa compañera de clase. Cuando llegaba a casa, se encontraba totalmente incapaz de prestarle un poco de atención a sus estudios y, cuando lo lograba, se interrumpía siempre a mitad de frase, para suspirar por esa compañera de clase, a la que le había dedicado miles y miles de poemas, pero que nunca se había atrevido a dejarle ninguno.

Una bonita mañana nublada, cuyo cielo amenazaba con romper a llover en cualquier momento, se sintió con las suficientes ganas como para hacerle obsequio al centro de su mundo con uno de sus mejores poemas. Salió todo lo pronto que pudo de casa, cogió el metro y llegó antes que nadie al aula. Se quedó al lado de la mesa de la chica que tanto le gustaba y la contempló. Sin ella, perdía parte de su esencia pero, al imaginársela ahí, sentada, atenta, guapa, prestando atención, tan inocente... sintió un calor repentino y una tensión insoportable entre sus pantalones. Enrojeciendo como la grana por aquel acto, dejó apresuradamente la pequeña nota con su mejor poema y corrió al baño para intentar calmarse de alguna manera que no fuera satisfacerse, pues le daba la sensación de que si se masturbaba en su nombre, era algo así como macillárselo... y no quería eso para con ella.

La chica, por supuesto, encontró la nota nada más llegar. Con una sonrisa lo abrió, sonrisa que se fue borrando poco a poco, como con disolvente. Contempló la reacción de su compañera de clase con un fuerte dolor en el pecho. ¿Qué pasaba? ¿No le gustaba? La chica en cuestión miró a su alrededor, como buscando una mirada que le indicase quién había sido. En estas, apartó la mirada, esperando no ser el blanco de la chica que tanto adoraba.

El poema que le había escrito, decía así:

Con tu mirada caen reinos,
por tu sonrisa hombres se arrodillan,
un mundo por un beso en tus manos.

Una reina de bella pelambrera,
una dama de ojos que brillan,
maldición a quien no te quiera.

Treinta y seis yeguas perladas
que pifian relucientes
en las montañas sonrosadas.

Ojos sinceros y diferentes,
enamoradizos, claros,
me arrodillo ante ellos.

Con tu mirada caen reinos,
por tu sonrisa hombres se arrodillan,
mi alma se estremece con un suspiro tuyo.

Pasó la mañana preguntándose qué podía tener de malo su poema para que la chica, su compañera de clase, el centro de su diminuto universo, hubiera buscado con una mirada que nada tenía de enternecedor al autor de la nota con letra temblorosa.


5 comentarios:

Nimy dijo...

¿Qué extraño secreto puede esconder? Es un raro amor desde la distancia.

Wilhemina dijo...

Calabazas seguramente le dé xD Que tendrá novio... o algo O.o

Alien de Andromeda dijo...

Un tipo que lo quiere hacer todo a la antigua usanza... aunque me he dado cuenta de que no se menciona el sexo del autor/a del poema e.e Interesante habilidad...

Trinity dijo...

Primavera y el amor juvenil. Que monos xD

Azatoth dijo...

No sé porque me figuro que la tía no entendió el poema o que quien escribe el poema no es un ser humano, sino un bicho...

Y si le cambia la cara es por el cómo ha sido escrito el poema.

Sangre? Polvo? Telaraña? Babas? Restos de...? Trozos de periódico/revista?...

Cualquier cosa de esas, por muy bonitas palabras que se citen, darían asco y romperían todo el encanto, llevando a pensar (según el caso) que quien lo escribió es alguien perturbado y está en el punto de mira del susodicho.

Si no es que el idioma del poema sea ininteligible para la especie humana y el poema haya sido transcrito para nuestro entender.