domingo, 15 de julio de 2012

Una tarde de enamorados

Era un día lluvioso de verano. Uno de esos raros días en que el tiempo parece conspirar contra ti, pues que has quedado con tu enamorado, te encuentras en la parada del metro, sin paraguas ni nada que te cubra la cabeza, puesto que cuando has salido hacía un sol radiante.

Estaba empapada.

Podía sentir el paso de las frías gotas de agua a través de mi ropa, como me calaban hasta los huesos, así como algunas gotas traviesas bajaban lentamente por el escote haciéndome estremecer de frío.

Como si de un acto reflejo se tratara, no podía evitar mirar el reloj cada 5 minutos, aquel inútil, para variar llegaba tarde... habíamos quedado a las 4 y ¡ya habían pasado lo menos 10 minutos! ¿Qué había sido de los tiempos de la cordialidad y en las que era el hombre quien esperaba a la bella e indefensa dama?

- Pffff!!! ¿De qué me sorprendo? Tanto luchar por nuestra igualdad, para esto..- lanzo en un pequeño suspiro mientras empiezo a enojarme por el retraso.

Empiezo a caminar dando vueltas como un león en jaula, buscando algún resguardo de la lluvia, inútil. Si los diez primeros minutos no lo había encontrado, ¿por qué ahora iba a ser distinto?

¿Pero qué ven mis ojos?

A lo lejos veo una figura familiar que corre con un periódico en la mano con el cual intenta resguardarse de la lluvia.

Consuela ver que una no es la única que le ha pillado por sorpresa...

- ¡Hombre, ya era hora, ¿no?!- le dije indignada.
- Perdona, pero es que estuve mirando a ver si encontraba algo con lo que resguardarme del tiempo que hacía, pero no encontré nada mejor que este viejo periódico- decía mientras se daba cuenta que aquel trozo de papel, ya poco tenía de periódico... pues que ya solo quedaba como una especie de masa uniforme de celulosa y decidía tirarlo- ¡Vamos! Que te invito a un chocolate- dijo sonriente, mientras, a pesar de la humedad de los cuerpos y la ropa, me abrazaba y besó intentando compensarme por su tardanza.

Viendo su tierna mirada, el enfado se me terminó pasando al momento, aunque no podía evitar simular que el enfado aún me duraba:

- Pues espero que seas capaz de ofrecerme algo más que un vaso de chocolate, ¡porque estoy empapada!- abría los brazos señalandole lo obvio. Aunque en un descuido, no me dí cuenta que mis pechos y pezones se remarcaban especialmente a través de la camiseta, dejando más bien poco a la imaginación, a pesar de su opacidad, lo cual, provoco un acto reflejo de cruzarme de brazos intentando taparme.

Se rió viendo mi reacción, ante lo cual yo me sonrojé inocentemente y muriéndome de vergüenza, deseando que la tierra me tragase, aunque a su vez, sentía un calor ardiente dentro de mí, notando su mirada directa y lasciva sobre mis pechos.

- ¡Anda tonto! Vamos- le indiqué dándole un empujón cariñoso.

De ahí, nos dirigimos a un bar al que solíamos ir, los propietarios nos tenían más que vistos, por lo que al entrar, nos saludaron con una sonrisa mientras nos instalábamos.

Sin necesidad de decir nada, nos trajeron un cacao y una coca-cola.

La tarde transcurría sin incidentes, con carantoñas, besos, bromas... en fin.. lo normal de una tarde de enamorados.

Mientras estuvimos allí, tuvimos la oportunidad de secarnos y dejar que la tormenta pasase para volver a salir el radiante sol, como si nunca hubiese habido una nube en el cielo azul inmaculado.

Tras estar un rato allí, pagamos y decidimos ir a casa de él.

Vivía solo, lo cual era una ventaja para nuestros encuentros, no tenía que dar explicaciones a nadie, no dependía de nadie... en fin, era un alma libre, pero como toda alma libre... y cualquier hombre que se aprecie, su casa era su desorden.

¡Normal que no encontrase el paraguas! ¡Si vivía en una piara de cerdos!, ¡hasta los gorrinos eran más ordenados! Pero bueno... tampoco debía preocuparme mucho, puesto que cuando viviésemos juntos, era algo que cambiaría a mejor.

Sin darme cuenta, mientras pensaba todo eso, iba poniendo caras, a lo que él me preguntó preocupado:

- ¿Todo bien?
- Sí, sí, no te preocupes, no es nada- le respondí añadiéndole una sonrisa para relajarle.

Nos sentamos en el sofá a mirar la tele, si es que se podía decir que la verdadera intención era esa. Pero bueno, había que hacerse un poco derogar, ¿no? ¿o era demasiado cruel con él? ¡Nah! Que se lo trabaje después del retraso y tenerme tanto rato bajo la lluvia.

Puso un canal cualquiera en el cual ponían un programa cualquiera, puesto que no hacíamos caso al televisor ni a la programación, simplemente, hacía ruido de fondo.

Empezó besándome el cuello, estaba claro que el cabrón conocía mis puntos débiles, pero no me iba a dejar caer tan fácilmente. Me resistí manteniendo la mirada fija en el televisor, aunque todos mis sentidos estuvieran centrados en lo que me hacía.

Pero de repente, no sé muy bien porqué, recordé que habíamos quedado que el sábado íbamos a ir a comer con mis padres:

- Cariño
- ¿Mm?- preguntaba con la boca ocupada a comerme a besos.
- Recuerdas que el sábado hemos quedado con mis padres, ¿verdad?

Se sobresaltó y se apartó en seco de mi lado.

Su reacción me lo dijo todo, se había olvidado.

- No me digas que te has olvidado...- le dije en tono de inicios de enfado.
- Pues... no... no me olvidé, pero es que el sábado tengo partido de fútbol con los colegas.

Notaba como con cada palabra suya la furia me aumentaba, puesto que no era la primera vez que me encontraba en una situación así.

- ¡¿En serio me estas diciendo que has quedado con tus colegas para un partido cuando tenemos que reunirnos con mis padres?! ¿Acaso te has olvidado que te querían hablar? ¿Ahora, qué les digo?

Estaba claro que no sabía qué decirme ni cómo justificarse.

Así fue como empezó todo...

Y terminó gritándonos a la cara, soltándonos improperios y finalmente, cerrar la puerta en sus narices con un "¡te odio!" e irme llorando en la calle, corriendo.

Era de noche, corrí sin rumbo durante un buen rato, estaba dolida, desencantada, no sabía como podía estar enamorada de ése imbécil... pero aún así, le quería... no sé ni cómo ni por qué le termine diciendo esas cosas...

Mis pasos se fueron calmando, para dejar de correr y empezar a caminar, mientras tenía el rimel que se me caía de los ojos de tanto llorar.

Cuando quise darme cuenta, oía unos pasos que corrían tras de mí.

Rápidamente intente reconocer donde estaba, pero estaba completamente perdida, no sabía donde me encontraba... y el lugar no parecía de lo más recomendable para una joven ir sola.

Empecé a acelerar el paso.

Los pasos que antes corrían pasaron a caminar normalmente y sincronizarse a los míos.

Sentía un nudo en la garganta. ¿Y si es un asesino? ¿un violador? ¿un psicópata? ¡¿qué hago?!

Cuando quise darme cuenta tenía los pasos casi pegados a mi espalda, me giraba, pero solo veía una figura negra, no conseguía reconocer ningún rostro ni nada, puede que fuera cosa de los nervios, pero decidí volver a correr.

Los pasos también empezaron a correr tras de mi, cada vez más cerca, más nítidos, casi podía sentir la respiración acelerada de mi perseguidor en mi nuca.

Después de eso, no sabría describir lo que pasó.

No sabría decir si todo fue muy rápido o muy lento... supongo que dependerá de como lo vivas.

Me hizo una zancadilla, tropecé y caí estrepitosamente en el suelo. No tuve tiempo de girarme, ya me había dado la vuelta la figura negra.

Sin tiempo de reaccionar ni de decir nada, noté como me rompía la camiseta de un tirón, dejándome los pechos al aire con el sujetador.

Quise gritar, pero al momento la figura me tapo la boca. Estaba asustada, nerviosa, intentaba pelear, moverme, hacer algo, pero ante toda resistencia, la sombra me respondió mostrándome una navaja que acercó a mi cara, dejándome notar su frío acero.

En aquellos momentos cerré los ojos, nerviosa de lo que fuera a pasar, rezando por que alguien apareciese y  parase a ese loco, pero no había nadie. La calle estaba desierta y el miedo me paralizaba.

Como pudo, la sombra me desabrocho los pantalones y me bajó los pantalones y la ropa interior dejándome a la vista mi sexo.

En un pequeño momento de valor, quise mirar y pude reconocer el bulto que presentaba en su entrepierna:

- Vamos a pasarlo bien, putita- fueron las palabras que me dijo. Unas palabras que creo que nunca olvidaré...

Mientras me mantenía con la boca tapada, la libre se desabrochaba los pantalones y dejaba a la vista su miembro inhiesto.

Pelee, forcejee, Dios sabe que hice lo imposible por soltarme de ese cabrón, pero toda resistencia fue inútil, parecía ponerle más cachondo y terminó por darme un puñetazo en la cara.

Empecé a llorar de miedo.

Intenté resistirme como pude, pero no pude hacer nada.

Su miembro me ensartó salvaje y dolorosamente mientras yo lloraba y sentía como por dentro me destrozaba, quería que esto acabase pronto. Me penetraba salvajemente, podía oir sus gemidos de placer en mi oído, su lengua acariciarme la cara mientras me llamaba putita, lo mucho que disfrutaba follándome y otras palabras lascivas que querría no haber escuchado nunca.

Notaba como el tío estaba a punto de correrse cuando de repente, se salió de mí.

No entendí nada de lo que pasaba, estaba en el suelo, desnuda, destrozada, intentando dejar la mente en blanco, deseando que esto terminase, cuando ya no estaba.

Intentando hacer acopio de valor, abrí los ojos y pude ver como en realidad se trataba de que alguien había llegado a tiempo para quitármelo encima.

Pero a tiempo, ¿para quién? pues para mí nunca nada sería lo mismo, ya estaba rota por dentro.

Me hice un ovillo mientras veía como el violador y un desconocido se peleaban.

No podía dejar de temblar, la pelea poco me importaba más allá de que me dejasen en paz y pudiera largarme de allí... eso... o simplemente morir como una basura.

Agaché la cabeza intentando no mirar más, no quería saber como terminaba, no quería ver nada.

¿Pasaron minutos, horas, días? no lo sé... perdí toda noción del tiempo cuando escuché un gemido de dolor y como uno de los dos se caía en el suelo y el otro empezaba a correr despavorido.

Pasó un rato más hasta que finalmente alguien llamase a las autoridades y se solucionara todo.

Había pasado una semana cuando desperté y fui capaz de levantarme y salir de la cama. No dejaba de ser una muerta en vida... pero a mi pesar, seguía viva. Había días que pensaba que hubiera sido mejor que me hubiese matado aquel hijo de puta, pero no fue así, me dejo con la condena de seguir viviendo, recordando lo que había pasado.

Lo sorprendente, es que a pesar de lo ocurrido, nunca recibí una llamada de mi novio... hasta que unos días después me anunciaron la fatídica noticia.

Había sido él el que vino a salvarme, él el que cayó en el suelo, él el que murió...

Vino a buscarme, salvarme... y todo lo que yo le dije antes de irme fue...

Te odio.

6 comentarios:

Ikana dijo...

Me ha dejado un mal sabor de boca, por el final más que nada. Aunque ya desde el principio de veía que no iba a tener precisamente un buen final esa clase de cosas suelen pasar a veces... Yo sí que necesito un chocolatew T_T

Wilhemina dijo...

Que final mas tristeeeeeee como puede ser el mundo tan crueeeeeeeel??? T_T

Trinity dijo...

Es soberanamente triste pero la vida es cruel jajaja madre mía XD Buen relato :P

Frauenwelt dijo...

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Que final más lacrimógeno, Az... Me rechiflan los finales tristes :3

Nimy dijo...

Es un final un tanto agrio, como morder un limón. Tan triste como ver un niño llorando, solo y perdido en unos grandes almacenes. Y a pesar de todo tiene su pequeño encanto :)

Azatoth dijo...

Me alegra ver que el efecto esperado se ha producido.

Realmente, no estoy acostumbrado a tener una mujer como protagonista, pero creo que tampoco lo hice mal.

Respecto a lo que transmite el relato, en fin... era algo que me pedía el cuerpo y es lo que salió, espero poder seguir manteniendo el nivel para la siguiente entrega ;)