miércoles, 25 de julio de 2012

Somnia...

Las imágenes del sueño se mezclaban con las sensaciones que los labios de su amante dejaban en sus pezones. Sumergida en la niebla entre el sueño y la vigilia, sin querer despertar y sin poder hacerlo, Lía sentía las caricias de su amante deslizarse por su cuerpo.
-Duerme mi amor, duerme - le decía aquella voz suavemente. Susurrante. Era ella, estaba segura, a pesar de que sus sentidos parecían no responderla.
Las conocidas caricias sobre sus senos aumentaron su excitación. Siempre había sido muy sensible a los besos y a las caricias que con la lengua le sabía hacer como nadie su amante. Su respiración se agitaba a medida que el placer la inundaba suavemente. Ahora sí quería despertar. Ver su hermoso pelo negro acariciando su vientre. Acariciarlo. Y besarla. Y comenzar, una vez más, una mañana haciendo el amor con ella.

Pero las nieblas del sueño se agarraban en su mente mezclando las fantasías con la realidad. Porque... el sueño de antes había sido un sueño, ¿no? Parecía como si estuviera bajo los efectos de una buena dosis de Rohipnol, como aquella vez en el hospital... De todas formas no podía pensar con claridad y tampoco le importaba mucho en ese momento, porque los besos y las caricias que estaba recibiendo la estaban llevando a cimas del placer nunca antes sentidas.

Cuando sintió unos labios sobre los suyos, abrió la boca buscando enroscar su lengua con la de ella. Pero... la fuerza, el sabor tenue a menta... no eran los de ella... parecian los de su otro amor, Arthur, aunque no podía ser él porque estaba fuera de la ciudad... De repente los besos se tornaron más suaves, más dulces. Su boca húmeda jugaba con la de ella. La lengua que la invadía, los labios que atrapaban los suyos mordisqueándolos lentamente, eran de ella, estaba segura. Esa mezcla extraña entre las fantasías del sueño y la realidad estaban alucinando sus sentidos.

Acarició su espalda, deslizando sus manos lentamente hasta su cintura para girarla y ponerla de espaldas sobre la sábana, acarició sus senos con sus dedos y con su lengua. Quería hacerle el amor, lo necesitaba, pero ella se retiró susurrándole:
-Duerme, cielo, duerme para que pueda amarte.
Ella, sometida al influjo de esa voz tan dulce y todavía sumergida en los efectos de esa mezcla de sueño y realidad, no podía hacer otra cosa más que obedecer, así que se abandonó completamente a sus caricias.

Sus labios y su lengua recorrieron rápidamente la geografía de su vientre hasta detenerse en su lampiño monte de Venus. Con dos dedos abrió levemente su vagina y depositó allí una caricia con su lengua tan dulce y tan bella que ella dejó escapar un pequeño gemido. Al instante el aliento de una voz cálida que le musitaba al oído:
-Te adoro.... 
Pero no era la voz de ella... El sueño y la realidad se mezclaban de nuevo...

Desechó esos pensamientos y se abandonó al placer que desde su sexo le llegaba en oleadas, mientras la lengua y los dedos de su amante la invadían suavemente.

Todo estaba ocurriendo muy confusamente. La lengua que acariciaba su clítoris junto a esas otras caricias dentro de ella... La sensación de ser penetrada por detrás por... junto a los besos en su vagina... Tenía que ser un sueño, pensó. Pero los embates en sus nalgas parecían muy reales y la sensación de una verga llegando hasta el fondo de sus entrañas la llenaba de un placer cada vez más intenso. Quiso alcanzar con sus manos hacia sus nalgas a quien la estaba llenado de felicidad, pero encontró que no podía despegarlas de la cabellera de ella

La poca visión clara que tenía se le llenó de nieblas, así que se dejó caer por la pendiente suave de sus sentidos. Parecía como si estuviera envuelta en nubes. Nunca había sentido el placer del amor de esa manera tan cálida, tan dulce... De repente toda su visión se aceleró extraordinariamente y todos sus sentidos se concentraron en su sexo. El orgasmo la golpeó como un tren y todo su cuerpo se arqueó como queriendo entrar dentro de sí misma, prolongar ese éxtasis eternamente. La llamarada del placer subió enroscándose como una serpiente por sus entrañas hasta que estalló en su cabeza de una forma y con una intensidad no conocidas, hasta ahora... Poco a poco, muy lentamente, todo volvió a la normalidad del sueño sobre su cama.

No duró mucho ese sueño. En esta mañana tan extraña, la presencia de su amante, intensamente vivida y sentida, parecía no querer abandonarla. No obstante, entre las nieblas que la envolvían, le parecía que las caricias volvían de nuevo. Su temperatura sexual subía y subía. Otra vez los besos la estaban poseyendo. Otra vez esa boca se adueñó de su sexo. Otra vez su propia boca se encontró con el pecho de su amante, con su vientre, con su dulce sabor.

De repente Lía sintió la presencia de algo muy cálido y muy firme en la entrada de su vagina. La estaba acariciando, como si pidiera permiso para entrar y acomodarse. Ya no quería ni mirar qué o quién le estaba haciendo el amor de esa manera. Poco a poco fue entrando en ella de una manera tan suave que parecía durar eternamente. Lía trataba de colaborar con un movimiento de su cadera, quería sentirla toda dentro de sí rápidamente, pero algo, o alguien, le impedía todos los movimientos, además... esa lengua seguía acariciando su pequeña perla.

¿Acaso ella misma estaba mezclando su sueño con su realidad? No importaba. No importaba nada, porque el suave vaivén que sentía en su sexo estaba aumentando el ritmo y... al mismo tiempo sentía que sus piernas se elevaban hasta colocar sus rodillas junto a sus hombros. Ahora podía sentirla totalmente dentro de sí, cada vez penetrada más fieramente. Cuando le llegó el orgasmo ni gemir podía al sentir su boca llena de esa lengua tan familiar.

Repentinamente se sintió vacía y su cuerpo todavía quería más. Las caricias por todo su cuerpo no podían compensarla... Las suaves palabras no podían consolarla. Lía quiso decir:
-No me dejes ahora... Sigue, cielo...
Pero nunca supo si esas palabras consiguieron salir de sus labios. La niebla parecía más espesa o tal vez fuera su sueño...

Con las caderas elevadas, su fantasía, si es que de fantasia se trataba, la llevó a sentir leves, pequeñas caricias en los bordes de su ano y el recorrido de... ¿una lengua? ¿o tal vez un dedo? por toda la longitud de su entreabierta vagina. Otra vez estaba anhelando ser penetrada... ¿Por qué tarda tanto?
-Entra en mí, cariño... Eso es, así...
Ahora el placer le subía por las entrañas en oleadas incontrolables. Su amante parecía complacerse en atormentarla. Al menos así se lo parecía a ella, porque cada poco tiempo abandonaba su suave cueva. Pero siempre volvía... ora en su vagina, ora en su ano, repartiendo las embestidas por pares en cada paraíso. Cada vez se sentía más llena, como si lo que la penetraba se hiciera cada vez más grueso y... más placentero. Y no paraba de crecer, hasta que llegó a pensar que podría romperse la delicada piel de su esfinter, aunque su placer aumentaba en la misma proporción. Incluso llegó a pensar que estaba siendo invadida por los dos lados al mismo tiempo... Solo este pensamiento hizo que le estallara otro orgasmo... Y otro...

La claridad de la mañana se fue colando entre sus pestañas y, sintiéndose entumecida, se desperezó buscando instintivamente a su amada. Quiso mirarla pero no podía, esas nieblas todavía persistían. Quiso acariciarla pero... ¡No estaba allí! Llevó una mano hasta su sexo, como queriendo cerciorarse de que todo no había sido un sueño. Efectivamente, no cabía duda alguna. La especial sensibilidad que siempre la dejaba el amor y la catarata de flujos que todavía fluian de su vagina, la hicieron sentirse levemente excitada. Sus expertos dedos trataron de recorrer su perla, y penetrar muy al fondo de su intimidad, pero el sueño, esta vez el verdadero sueño, consiguió rendirla finalmente.

Tuvo, todavía, un último pensamiento para su enamorada:
-Si mis labios no pueden decirte que te amo, que lo digan los latidos de mi corazón cada vez que respiro.
La despertó un zarandeo brusco y bastante molesto, junto a unas voces:
-¡Lía! ¡Lía! ¡Despierta ya, joder! ¡Lía!
-¿Eh? ¿Qué...? ¿Qué pasa...? -consiguió articular ella con dificultad.
-Pero, ¿qué te pasa? ¡Llevo media hora tratando de despertarte y no hay manera!
-¿Dónde estabas?- murmuró debilmente al tiempo que destapaba las sábanas y trataba de incorporarse.
-¡Pero si estás desnuda!- le dijo ella, observando que su ropa interior estaba arrugada por la cama-. ¿Qué has estado haciendo, pequeña zorra?- añadió con una sonrisa pícara... Su mirada recorrió su desnudez percatándose de la dureza de sus pezones y de ese ligero enrojecimiento delatador de los labios de su vagina. Con los ojos brillantes, añadió: Quiero amarte un poco más...
Lía la miró todavía desorientada... Se miró a si misma... La miró a ella...

La invadió la duda de si toda esa noche había sido un sueño. Se sintió ciega y desvalida como si, durante esa extraña noche, hubiese sido amada por un ser supremo que ahora la hubiera abandonado. Sabía que era muy difícil volver a encontrar esa especial pasión pura envuelta en niebla y esa sensación casi la hace llorar.

Se limitó a hacer un esfuerzo para orientarse, para acomodarse a la prosaica realidad, y luego se levantó con inseguridad y salió de la habitación.


4 comentarios:

Ikana dijo...

Bonito y a la vez triste. Una buena manera de empezar las vacaciones, Nim.

Frauenwelt dijo...

Quiero pensar que más que un sueño fue la realidad ^///^

Wilhemina dijo...

Se me ha erizado el vello al llegar al final y ver que fue un delicioso y excitante sueño. Jeje, si yo tuviera uno así, no me despertaban ni a cañonazos XD

Trinity dijo...

Me ha calado hondo, en serio :3 Super profundo :P