miércoles, 27 de junio de 2012

El juego del tren

Todos los días, exceptuando los fines de semana, cogía el tren para ir y volver de su casa al instituto y viceversa. Era un día como otro cualquiera, al regresar de camino a casa, el vagón en el que iba parecía una lata de sardinas. No cabía ni un alfiler. Y todos los días que tomaba el tren de regreso a casa, esperaba verla a ella. Esa chica que iba a en el mismo tren pero distinta parada y de la que se había enamorado.

Aquel día en especial, no muy distinto de los demás, le resultó extraño no verla. No hacía más que buscarla con la mirada entre el montón de gente que iba en ese vagón. ¿Tal vez estaba en otro? ¿O se la tapaba la gente? El tren pegó una frenada casi inesperada y Yamato, quedó chafado contra la pared por un tipo joven y gordito al que no conocía pero que empezaba a odiar porque siempre era lo mismo. Para mejorar la situación, el tipejo se soltó de la barra a la que estaba sujeto y terminó de hacer de Yamato un mosaico en la pared del vagón.
-Cielos, qué resbalón -se rió tontamente el tipo, como intentando disculparse.
Este idiota siempre me aplasta, pensó Yamato, escurriéndose hacia la puerta del vagón para salir de aquella lata de sardinas... Y allí estaba ella, la chica de sus sueños, mirándole entrar. No puede ser, se dijo, sorprendido a más no poder. Casi creía que no la iba a ver aquel día y allí estaba, de brazos cruzados observándole.
Se puso tenso y recto, y tartamudeó un "buenos días" más bien torpe. Estaba atontado y no sabía qué decirle pero sabía que no podía dejar pasar aquella oportunidad para hablar con ella. Notaba que estaba rojo hasta las orejas, azorado como un tomate. El aviso de la llegada a una de las estaciones del trayecto del tren, le serenó un poco pero no lo suficiente como para dejar de sentirse torpe.


El tren se detuvo al llegar a la estación y la gran mayoría de los pasajeros de aquella lata de sardinas se bajaron allí, dejando el vagón con los mismos pasajeros de siempre a partir de aquel trayecto.
-Al fin se despejó un poco -dijo él, por decir algo, cuando el tren hubo reemprendido su marcha.
-Así es.
El muchacho se quedó mirando por la pequeña ventana de la puerta y vio a un tipo más bien delgado, al lado de una mujer joven, vestida con una falda roja, chaqueta crema, camisa debajo con un lazo en el cuello.  Yamato frunció el ceño y dijo:
-Ah, este tipo.
La chica miró hacia donde el joven observaba.
-Siempre se queda junto a una mujer. Tiene aura de pervertido.
La mujer al lado del sospechoso hombre se fue en dirección la puerta y el extraño hombre se deslizó lentamente hacia el trozo de barra donde la mano de la chica había estado sujeta. La chica que a Yamato le gustaba se rió con dulzura. Se ha reído, pensó con una sonrisa el muchacho.
-Eres muy observador, ¿no?
-En realidad no -contestó Yamato tras una pequeña tos de nerviosismo.
-No hablo de eso -repuso la mujer, para luego mirarle a los ojos-. Me refería a mí.
Yamato se quedó sin respiración. ¿Puede que, después de todo, ella supiera que la observaba y que se intentaba subir en el mismo vagón que ella para verla desde la distancia hasta que se bajaba y se reñía por no haber tenido valor para ir a hablar con ella?
-¿Qué personas suben en la siguiente estación? -preguntó la chica, cambiando radicalmente de tema.
Yamato hizo memoria y dijo:
-Uno que parece una patata y otro que es un charlatán.
-¿Quieres adivinar quién subirá primero?
-¿Cómo? -se sorprendió él-. Está bien.
-Yo creo que primero subirá el charlatán.
-Entonces, yo digo que será el de cara de patata -dijo el muchacho mientras el tren se iba parando paulatinamente.
La puerta del vagón quedó ante los dos hombres, listos para subir.
-Aquí vienen -dijo Yamato, nervioso.
La puerta se abre y parece que va a subir primero el charlatán, pero los gritos de unas colegialas porque un tren les levanta la falda mostrando sus coloridas braguitas le distrae, quedando atontado por esa visión unos instantes preciosos en los que el señor de cara de patata cruza primero la linea blanca y entra en el vagón, desinteresado completamente por aquel incidente.
-¡Sí! -exclamó Yamato-. Creo que gané -le dijo a la chica, mirándola con una sonrisa.
Ella se puso frente a él, cortándole la respiración momentáneamente al muchacho. Su mano se fue directamente a la entrepierna del cohibido Yamato, sin creerse lo que estaba pasando.
-¿Q-q-q-q-qué...?
-Es tu recompensa por ganar.
Le bajó la cremallera y continuó sus pervertidas caricias sobre los calzoncillos, notando como poco a poco se le iba poniendo un poco más dura cada vez. Sacándolo de su lugar con habilidad, fue a meterlo en la manga de su chaqueta, con una sonrisa en los labios, sin dejar de acariciar el miembro de un incrédulo Yamato.
-Te gusta el tacto de mi chaqueta, ¿no?
Mientras que con una mano sujetaba su sexo, la otra fuera de la manga acariciaba la punta con la mano, para luego acabar descubriéndola.
-Que carnosa es.
Tras haber estado tonteando un rato con su sexo, empezó a acariciársela con una mano, masturbando a Yamato, que ya solo se dejaba llevar. Empezaba lentamente, luego daba un pequeño acelerón y luego volvía a su ritmo inicial. Pasó de usar una mano a dos, para manejarse mejor y dar más placer al muchacho, que no sabía cuanto tiempo iba a poder aguantar sin correrse. La chica, como presintiendo que se estaba conteniendo, le susurró:
-Tu córrete. No hay problema.
Le lamió la oreja con tanta lascivia que Yamato no aguantó más y el orgasmo que tanto tiempo llevaba aguantando salió al fin, haciendo gemir al muchacho que no pensaba en otra cosa que en lo placentero que era aquello. Su semen blanco y pegajoso fue a parar a la pared de aquel pequeño cuarto. La chica se rió levemente, satisfecha de su trabajo.
-A los de limpieza no les gustará eso -comentó.
Empezó a lamerse los manchados dedos para luego decir:
-Juguemos a otra cosa. Si ganas, podrás usar esto -dijo mientras se subía un tanto la falda marrón que llevaba, mostrando una ropa interior rosa y clara, haciendo referencia a su sexo-. Dejaré que me folles hasta que le corras -esclareció.
Yamato no sabía muy bien como tomarse aquello y no tuvo tiempo de preguntar qué pasaría si perdía.
-Mira -dijo ella.
El muchacho obedeció. Una mujer joven estaba a punto de levantarse para bajarse en la siguiente parada. Frente a ella estaba el hombre charlatán y el tipo con cara de patata.
-¿Quién de esos dos ocupará su lugar cuando se baje? -preguntó la muchacha.
Yamato se quedó pensando unos instantes.
-¿Y bien?
-Q-Quizás el charlatán -tartamudeó él.
No pudo evitar fijarse en la ropa interior que asomaba tímidamente por debajo de la falda de ella. Retiró la mirada con velocidad antes de que se diera cuenta de su acto. El tren empezó a frenar al llegar a la estación. La chica se levantó nada más abrirse la puerta. El hombre con cara de patata se bajó tras ella. El charlatán ocupó el asiento vació con una sonrisa triunfadora. Al fin se sentaba.
-¡Lo conseguí! -dijo Yamato.
La chica se quedó poco más que sorprendida con la suerte del muchacho. Soltó un hondo suspiro y dijo:
-Hoy es tu día, ¿verdad?
El tren volvió a ponerse en marcha. La chica procedió a bajarse con lentitud la ropa interior rosada. Yamato enrojeció aún más si eso era posible. Ella se dio cuenta de ese pequeño detalle y dijo:
-Parece como si nunca hubieras visto a una chica.
-No, yo... -tartamudeó Yamato.
La chica pasó dos dedos por la pared manchada del semen del muchacho, para luego usarlo para lubricar su sexo y facilitar el que él se la follara. Pronto la verga de Yamato se puso nuevamente dura y erecta, excitado como estaba al verla lubricarse casi como si se masturbara.
-Vamos, no perdamos tiempo -le dijo mientras alzaba una pierna, apoyándose contra la pared y con una mano se abría el sexo humedecido.
Yamato le cogió la corva* y procedió a penetrarla con lentitud, no queriendo correr y hacerle daño aun estando lubricada. El muchacho gimió.
-No me he movido pero es que estás muy apretada -masculló.
-Te sentirás aún mejor cuando te muevas -dijo la mujer sin perder la sonrisa.
Yamato logró meterla entera para luego proceder a un lento movimiento, jadeando y disfrutando del momento, pero sin oír gemir a la chica.
-Apenas hace poco has eyaculado pero ya la tienes dura -gimió la muchacha, habiendo incrementado Yamato la velocidad conforme aumentaba su excitación con aquel juego.
-Es porque me gusta, me encanta -jadeó el muchacho.
Para ayudarse a calentarse más de lo que podía, pensó en ella desnuda, con aquellos pechos erectos, una sonrisa en los labios, esperándole a él, con la respiración acelerada y diciendo cosas como "sí, no te detengas. Siempre he querido que me hagas tuya. ¡Por favor, más fuerte, más!", lamiéndose el pecho, provocándole, gimiendo incansablemente.
-Cielos... Voy a... -gimió el muchacho, acelerando aún más, en esa zona en la que estaba a punto de notar el fortísimo orgasmo que venía.
-Sí, córrete donde quieras -le dijo la chica.
Una décima antes de que el orgasmo acabara con él, sacó veloz la verga del sexo empapado y eyaculó fuera, evitando que se quedara embarazada. El semen fue a pasar a la pared opuesta en la que ya había una mancha de la masturbación anterior, siendo aquella vez más abundante. La chica empezó a reír mientras Yamato jadeaba, apoyado su rostro en su hombro, intentando recuperar la respiración. Por algún motivo, aquello le parecía gracioso.
-Eres como un semental -susurró.
El revisor avisó de que estaban llegando a otra estación, en donde Yamato se tenía que bajar, pues esa era su parada, en dirección a casa.
-Oh... Aquí me bajo.
-Ni lo pienses -le detuvo la mujer, sin la ropa interior y mojada en ambos muslos-. Un último juego.
Yamato la miró con atención y esperó.
-Si gritara ahora, ¿de qué vagón vendrían las primeras personas?
El muchacho se quedó boquiabierto y paralizado. ¿Lo decía en serio? La chica gritó con todas sus fuerzas, la gente pronto se alarmó y buscaron el foco del grito. Yamato no podía pensar. ¿De qué vagón? ¡¿De cuál?!
-¿De cuál? -le preguntó ella, como si se estuviera riendo del joven-. ¡Si lo adivinas, haré como si no pasara nada!
-Parece que vino de allí -se oían las voces de los pasajeros.
Yamato se quedó paralizado, no podía pensar. Estaba paralizado del miedo y no podía ni responder. El tren se detuvo nada más llegar a la siguiente estación...



La chica estaba casi sola en el andén, esperando al próximo tren. Dos jóvenes se dirigían a las escaleras, conversando cuando una le dice a la otra:
-¿Te has enterado? Arrestaron a un pervertido en el tren.
-No te creo. ¿En serio?
-Oí que era muy joven.
-¿Segura?
Se alejaron y la chica no pudo oír más de aquella conversación. No dejaba de sonreír, mientras se colocaba un mechón de oscuro cabello tras la oreja. Soy muy observadora, ¿lo sabías?, pensó la muchacha.


4 comentarios:

Wilhemina dijo...

Hija de su madre!! Que tia más perversa ¬¬ Se me descuanjeringó la mandibula al leer el ultimo juego.. que fuerte...

Nimy dijo...

Cada juego más atrevido que el anterior. Me ha dado la sensación de que la chica ya sabía que Yamato la buscaba cada día... Aun así, me cae bien la mujer, aunque pobre chaval XDD

Frauenwelt dijo...

Es interesante este relato... bastante curioso :3 Pobre Yamato XD Primero que no se creía lo que pasaba y luego que lo arrestan por lo sucedido... Que mujer tan cruel... y juguetona ;) Me recuerda a alguien 0:)

Trinity dijo...

Jajajaajjaja madre mía XDDD No sabía muy bien que se me pasó por el cerebro al leer el final, en serio que mujer más puta XD