Quedaban menos de cuarenta segundos para que llegase el metro.
Tenía que hacerlo, claro que sí.
Treinta y cinco segundos.
Su consciencia e inconsciencia prácticamente se lo estaban gritando: "¡Halzo!".
Veinte segundos.
Le temblaban las manos. ¿Estaba sudando?
Quince segundos.
Mariposas en el estómago. Ese hormigueo...
¡Hazlo!
Diez segundos.
¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!
Entra.
¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo!¡Hazlo! ¡¡HAZLO!!
Cuando el tren ya estaba a punto de rebasarles, la empujó a las vías.
-¡Quédate parapléjica, zorra!
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