Se tenía prohibido llorar. Su corazón era un pedacito de hielo salido de la antártida. No conocía lo que era la tristeza, el amor o la felicidad. Solo la amargura y la tristeza. Solo eso y nada más. Un día decidió derretir su corazón con un poco de calor humano que, otro día más tarde, acabó por abandonarla.
Y entonces lloró. Porque el dolor del frío no le gustaba. Porque necesitaba ese calor. Porque le dolía la piel, la carne, todo. Sus lágrimas la corroían, la deshacían lenta y dolorosamente. Eran ácido, de su frialdad, de tanta amargura. El llanto la desintegraba. Pedazo a pedazo hasta que su rostro no fue más que un amasijo de carne y hueso.
Una monstruosidad.
Lo que toda su vida había sido.
6 comentarios:
Resumo mi comment en 2 palabras:
ME ENCANTÓ. Está tan bien logrado que dan ganas de leerlo varias veces.
MUy bueno, Ikana!
Las personas ácidas tienen lágrimas ácidas xD
Horrorosamente doloroso O.o
Calor humano. Interesante.
Tal vez él o ella decidiera abandonarla porque no veía más que frío en su interior.
Frígida en la cama seguro u.u
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