No era un podólogo y mucho menos le agradaban los pies. Era una parte del cuerpo útil, pero nada más. Sin embargo, todos tenemos nuestros secretos y él, Edward, también tenía los suyos. Creía tener como fetiche los pies. Le gustaba mirarlos, pero era incapaz de tocarlos, pues no consideraba sus manos lo suficientemente dignas para ello (imaginaos lo duro que sería ponerse los zapatos).
Gina y Laurel fueron a verle, sin saber su codiciado secreto. Gina le dijo a Laurel que le enseñara los pies a Ed, porque era el único que no había visto sus pobres pies.
-Todo el día caminando -decía Laurel.
Ed contempló, horrorizado, aquella... cosa... aquella aberración de la humanidad. Tenía heridas, rozaduras, piel colgando muerta, dedos rojos, uñas descuidados. Por ello, cogió las tijeras y, poco a poco, salpicando quizá un poco, un día le cortó los pies a Laurel, los quemó y durmió tranquilo nuevamente, sin que aquella monstruosidad lo persiguiera más en sueños. Aquellos pies desconchados y viejos.
7 comentarios:
Nota mental: ponerse botas de metal O.O
jajaja me ha gustado, eres muy gore *o*
Duro!!!!
Yo sí que tendría pesadillas si hiciera semejante cosa T_T
Jajajaja que cosa más insólita xD
Me imagino su cara quemando esos "pies". ¿Y la dificultad para cortarlos? Que maña.
Eh... ¿otro motivo para cuidarme los pies? jajaja que miedo!
Ajeno a las salpicaduras y a los gritos O.o Que fiera
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